30.8.12

Venida automática no plañidera


Autómatas espermáticos es un simulacro de narración.

Una novela que no transcurre.

Un pensamiento en expansión devorando vida a su paso.

Y aunque leemos en la cuarta de forros: “Autómatas espermáticos es una delirante narración que transcurre esencialmente en la mente de Osmodiar…”, la verdad es que nos engañan. Porque Autómatas espermáticos no narra, no transcurre.
 
Es una suma de pensamientos que desemboca en lo que tú y yo ya sabemos: la gente es un asco. La vida es una mierda. La condición humana es una porquería. El universo en su totalidad hiede. Dios es un pusilánime que se caga de miedo. Un primer motor que se solaza en su pereza que da güeva. Como Osmodiar, el personaje principal de la novela.

Y es que −puta madre− Osmodiar no vive. Es un ente (un pelele) invocado para soltar la ira: la risa de su creador quien juega contigo y conmigo. Porque Luis Alberto Ayala Blanco juega con todos. Es un escritor que se caga de la risa mientras repasa y compone una fuga del desasosiego y de la afirmación vitalista, acompañado del coro principal de su diatriba: Nietzsche, Schopenhauer, Caraco, Cioran. Pensadores de una lucidez desgarrada que no espera nada porque nada hay que esperar. Nada podemos hacer para erradicar lo que no podemos erradicar. Para evitar lo inevitable. Ya sabes: la gente es un asco. La vida es una mierda. La condición humana es una porquería. El universo en su totalidad hiede. Ante ello, no nos queda sino afirmar: “¡Vida! ¡Me pelas los güevos!”, tal y como Ayala Blanco imagina que Nietzsche grita hacia el firmamento. Si debiéramos extraer una, la lección principal que nos da (o nos recuerda) Ayala Blanco es ésta: más allá de sufrir y lamentarse por la miseria humana, hay que agarrar a la vida por el rabo para meterle la verga hasta adentro. Llegar bien profundo. Hasta el último rincón que destile sangre. Si todos estamos condenados a ser “autómatas espermáticos”, que por lo menos nuestra venida automática sea placentera y no plañidera. Ayala Blanco nos invita a aullar gozosamente en esta novela que no cuenta nada porque si la vida es mierda, ¿de qué carajos sirve contar?

(Aunque, no mames, Ayala Blanco, Osmodiar merece convertirse en el Ignatius Reilly de la Condesa. Sugerimos, respetuosamente, lo pongas a respirar).   


por Jaime Magdaleno


Luis Alberto Ayala Blanco. Autómatas espermáticos. México, Sexto Piso, 2005.

3 comentarios:

  1. Querido Jaime, ¿qué propones para ponerlo a respirar?
    Me gustó tu reseña.

    Un abrazo
    Luis Alberto Ayala Blanco

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    1. Hombre, un gustazo, señor Ayala Blanco.
      Pues nada, lo que ya escribí: creo que el personaje tiene un gran potencial. Su desenfado cínico y sus arrebatos cósmicos (¿cómicos?) dan para que Osmodiar se levante y ande por las calles de ésa, su colonia pequeño burguesa, como un nuevo Ignatius Reilly de Tenochtitlán, ciudad capital. ¿Se imagina la desmesura? Por favor, póngalo a vivir. Deje que hable, camine, se exprese y confronte a la gente de esta ciudad que apesta a mierda. ¿Qué tal si nos permite ver cómo sobreviría Osmodiar a un día en la redacción del diario para el que escribe? También me gustaría apreciar cómo se comportaría Osmodiar en un coloquio dentro de un recinto universitario, escuchando disertaciones sobre temas trascendentales del tipo "Uso del adjetivo sustantivado "güey" en el español de los beodos de la Condesa". ¿Y qué tal coge Osmodiar? ¿Preferiría coger con una colega catedrática o le gustan las jovencitas? Y si es lo último, ¿de qué manera arrasta Osmodiar su alma para obtener la caricia de una de sus alumnas? En fin, señor Ayala Blanco, ése es el Osmodiar que, creo, nos debe a los lectores que apreciamos y disfrutamos la lectura de su novela. En otras palabras: así como me divertí y cagué de la risa con las peripecias de Reilly, me da la impresión de que Osmodiar podría lograr lo mismo, e incluso más, pues debe ser todavía más patética la actitud de alguien como Reilly u Osmodiar en este país de telenovela.
      Agradezco su comentario.
      Le mando un sincero abrazo.
      Jaime Magdaleno.

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    2. Querido Jaime, muchas gracias por tu interés en el buen Osmodiar, y por tus comentarios e ideas. La neta ya escribo muy poco; como a Osmodiar, me da güeva prácticamente todo, y en especial escribir. Más bien creo que ya no tengo mucho que decir, aunque eso puede sonar pretencioso y mamón. Tengo algunas cosas escritas que en realidad corresponderían a las cosas que escribe Osmodiar. Pero no estaría mal escribir algunos capítulos más sobre él.
      Si llegará a salir, muchas gracias por el empujón.

      Te mando un gran abrazo

      Luis Alberto Ayala Blanco

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