La noche dictaba versos y en vez de atenderla
me dediqué a atender tu putería.
Te estoy agradecido por tu infinita falta de lealtad,
por tu magnifica crueldad
y falta de misericordia en el pasado.
Esperaba solo que llegaras en madrugada a dormir a mi lado.
Mejor no vengas, déjame viajar y soñar al mismo tiempo
mientras canto alabanzas a tus facciones,
a tu figura esbelta, a tus pechos impecables.
Maldita y bella mujer agotada por el júbilo.
Y nadie sabría que no era tu aspecto
lo que los habría conquistado:
tu alma, tu belleza supuestamente perfecta.
Sino tus nalgas, magníficas e incomparables.
por Jaime Martínez
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