23.8.12

El Manolo High Class


¿Por qué “Escorial” pensó en mí para ir a “El Manolo” si Jaime Martínez es el experto en teibols? ―la pregunta me acompañó desde el momento de solicitar un permiso especial para salir dos horas antes de mi trabajo, y hasta que estuve en la esquina de López y Avenida Juárez. En la entrada del local, un sujeto vestido con un traje lustroso, amplio y aparentemente descosido, me recibió con actitud servicial. Me hizo descender por unas escaleras de caracol hasta el vestíbulo del antro. Al caminar hacia la nave principal, pude darme cuenta de que el decorado interior todavía hace referencia al nombre anterior del lugar: “El Kefrén”. Las figuras del Dios Ra y de Ramsés o Nefertiti, apostadas sobre las paredes, se miraban luminosas, radiantes. Sobre las columnas, jeroglíficos referentes al proceso de embalsamamiento o a la fertilidad escupían la idea de ilustración arqueológica. No obstante, el tono sincopado de Irma, la mesera, me devolvió a la realidad arrabalera del lugar. 

-¿Qué vas a querer, corazón? 
-Una cerveza, ¿cuánto cuesta? 
-Cincuenta y cinco pesos. 
-Ah, chingá, pero si todavía no cojo. 
-No hables así, papacito, tú no eres un pelado, se ve que tú eres decente. 

Claro, había calibrado mi vestimenta semi-formal, la que uso cuando voy a la preparatoria “Melchor Ocampo” a disertar sobre libros de autores muertos. 

-Tráeme una chela. 
-Claro, cariño, ¿quieres que te envíe a una niña? 
-No, primero quiero verlas sobre la pista. 
-Sí, corazón. 

Irma se va y una voz fibrosa presenta a Camila, una escurrida mujer de nalgas planas y senos de bebé. Baila. No utiliza el tubo para hacer malabares. Tiene prisa por irse y yo tengo prisa porque se vaya, así que cuando termina su canción, sale con indiferencia. Pasan largos minutos y yo acabo con mi cerveza. Pienso en mi perra, Greta. Pienso que yo debería estar en casa, con ella sobre las piernas, tomando un café, y no en este lugar en el cual Wendy, Katia, Layla, Renata y Fernanda no ofrecen más que un espectáculo lastimero, de exhibición de cuerpos desnutridos, de explotación de cuerpos estropeados por tanto palo. Ninguna de estas mujeres despierta mi lujuria, vamos, ni siquiera mi interés. Termino con dos cervezas y pago CIENTO DIEZ PESOS, -más quince de propina para Irma-. He allí el dinero peor gastado de toda mi vida. Salgo del “Kefrén” (ahora “El Manolo High Class”). El tipo del traje lustroso y jodido me invita a volver otro día. Me da una tarjeta. Me dice su nombre: Ernesto. "Aquí te esperamos, cuando quieras". Pero yo me alejo, pensando, ¿por qué chingados “Escorial” pensó en mí para ir a ese antro si Jaime Martínez es el experto en teibols?

por Jaime Magdaleno        

El Manolo. High Class. Men's Club. López ·1, esquina Avenida Juárez. Colonia Centro.    

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