Si tiene usted pensado acudir a las urnas el primero
de julio, tal vez esto sea de su interés:
En el texto titulado “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación)”, Louis Althusser hace una doble distinción del Estado:
En el texto titulado “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación)”, Louis Althusser hace una doble distinción del Estado:
a)
como aparato
represivo “que funciona mediante la violencia” (ejército, policía, prisiones,
tribunales); y,
b)
otras
instituciones del Estado que operan, no a través de la violencia sino “mediante
ideologías”, y cuya función radica, sobre todo, en inculcar subjetivamente la
aceptación del poder del Estado por medios persuasivos, o, dado el caso,
coercitivos.
Esto es: por vía de sus “aparatos represivos” y sus “aparatos ideológicos”, el Estado garantiza la sujeción y la dominación de la clase explotada mediante:
Esto es: por vía de sus “aparatos represivos” y sus “aparatos ideológicos”, el Estado garantiza la sujeción y la dominación de la clase explotada mediante:
a)
la imposición del
poder del Estado a través de sus aparatos represivos: ejército, policía
tribunales y prisiones; o,
b) la difusión de la visión de mundo de la clase dominante por vía de sus aparatos ideológicos: prensa, televisión, radio, internet, con el fin de convencer o persuadir sobre las bondades de los valores de la misma clase (por ejemplo: libre mercado, democracia o elecciones), y sugestionar sobre la imperiosa necesidad de mantener el statu quo.
En cuanto a las “instituciones especializadas” que conforman los “aparatos ideológicos del estado”, Althusser proporciona la siguiente lista:
b) la difusión de la visión de mundo de la clase dominante por vía de sus aparatos ideológicos: prensa, televisión, radio, internet, con el fin de convencer o persuadir sobre las bondades de los valores de la misma clase (por ejemplo: libre mercado, democracia o elecciones), y sugestionar sobre la imperiosa necesidad de mantener el statu quo.
En cuanto a las “instituciones especializadas” que conforman los “aparatos ideológicos del estado”, Althusser proporciona la siguiente lista:
Son Aparatos Ideológicos del Estado:
a) los religiosos (el sistema de las distintas
iglesias);
b) los escolares (el sistema de las distintas
“escuelas” públicas y privadas);
c) los familiares (“La familia cumple, evidentemente,
otras “funciones” y no sólo es aparato ideológico del estado. Interviene en la
reproducción de la fuerza de trabajo. Es, según los modos de producción, unidad
de producción y/o unidad de consumo”);
d) los jurídicos (“El “derecho” pertenece al mismo
tiempo al aparato (represivo) del estado y al sistema de aparatos ideológicos
del estado”);
e) los políticos (el sistema político, sus distintos
partidos);
f) los sindicales;
g) de información (prensa, radio, televisión,
etcétera);
h) los culturales (literatura, bellas artes,
etcétera).
Todos estos aparatos ideológicos tienen como finalidad última, ya lo dijimos, asegurar la posesión del poder del Estado por parte de la clase dominante, inculcando subjetivamente sus valores y sus intereses. En otras palabras: si el poder del Estado tiene como base la infraestructura económica, y esta infraestructura económica está controlada por la clase capitalista, será esta clase la que determine las características de la superestructura política y la superestructura ideológica para asegurarse el control de la clase explotada. Así las cosas, es la clase capitalista la que dota al sistema político y al sistema ideológico de sus cualidades, características o instituciones, para con ello asegurarse el poder del Estado. Siguiendo a Gramsci, Althusser propone que, por medio de los aparatos ideológicos del estado, la clase dominante difunde los valores burgueses que hacen posible tanto la “reproducción” de la explotación del trabajador, como la “reproducción” del poder y del aparato de Estado.
Dentro de los valores burgueses difundidos a través de los aparatos ideológicos me interesa resaltar, en este momento, un par: democracia y elecciones. Pero antes de ahondar en ellos, continuemos un rato más con Althusser.
De acuerdo con
Althusser, los aparatos ideológicos se llaman así pues se encargan de dotar al
conjunto social de ideología, entendida como “conjunto de representaciones y
creencias” a las que se adhieren los sujetos “voluntaria o involuntariamente”, consciente
o inconscientemente, y por medio de las cuales actúan política, cultural,
económica, moral, filosófica o ideológicamente. Dichas representaciones:
se refieren al mundo mismo en el
cual viven los hombres, la naturaleza y la sociedad, y a la vida de los
hombres, a sus relaciones con la naturaleza, con la sociedad, con el orden
social, con los otros hombres y con sus propias actividades, incluso a la
práctica económica y a la práctica política (Althusser, 2016: 49).
Lo fundamental
de estas representaciones es que se “naturalizan” o normalizan, pues están
“dadas” en la sociedad:
Esta representación ellos se la
encuentran dada al nacer, existiendo en la sociedad misma, de igual manera que
encuentran existentes antes que ellos las relaciones de producción y las
relaciones políticas en que deberán vivir. Al igual que nacen como “animales
económicos” y “animales políticos” se puede decir que los hombres nacen
“animales ideológicos”. Todo sucede como si para existir como seres sociales y
activos en la sociedad que condiciona toda su existencia necesitaran disponer
de una cierta representación de su mundo,
la cual puede permanecer en gran parte inconsciente y mecánica, o al contrario
ser consciente y reflexiva más o menos ampliamente. La ideología aparece así como
una cierta representación del mundo,
que liga a los hombres entre sí en la división de sus tareas, y la igualdad o
desigualdad de su suerte (Althusser, 2016: 50).
Gracias a la
ideología, la “división de tareas” adviene en división en clases sociales
justificando, a su vez, la desigualdad; desigualdad y división que se asumen
como “naturales”, pues se asientan en una “visión del mundo” que, como
argamasa, mantiene unido al edificio compuesto por infraestructura económica y
superestructura política:
Si nos
representamos la sociedad según la metáfora clásica de Marx, como un edificio,
una construcción o una superestructura jurídico-política, elevada sobre la
infraestructura de la base, sobre fundamentos económicos, debemos dar a la
ideología un lugar muy particular […] hay que considerar que la ideología se
introduce en todas las partes del edificio y que constituye ese cemento de naturaleza particular que
asegura el ajuste y la cohesión de los hombres en sus roles, sus funciones y
sus relaciones sociales (Althusser, 2016: 51).
Todo constructo social permanece cohesionado,
entonces, por la ideología, la cual traduce representaciones de mundo sobre las
cuales se asienta tanto la explotación/dominación como la pertenencia a una
clase social:
La ideología está pues destinada ante todo a segurar la dominación de una
clase sobre las otras y la explotación económica que le asegura su
preeminencia, haciendo a los explotados aceptar como fundada en la voluntad de
Dios, en la “naturaleza” o en el “deber” moral, etc., su propia condición de
explotados. Pero la ideología no es sólo un “bello engaño” inventado por los
explotadores para mantener a raya a los explotados y engañarlos: es útil
también a los individuos de la clase
dominante, para aceptar como “deseada por Dios”, como fijada por la
“naturaleza” o incluso como asignada por un “deber” moral la dominación que
ellos ejercen sobre los explotados; les es útil pues, al mismo tiempo y a ellos
también, este lazo de cohesión social, para
comportarse como miembros de una clase, la clase de los explotadores. El
“bello engaño” de la ideología tiene pues un doble uso: se ejerce sobre la
conciencia de los explotados para hacerles aceptar como “natural” su condición
de tales; actúa también sobre la conciencia de los miembros de la clase
dominante para permitirles ejercer como “natural” su explotación y su
dominación (Althusser, 2016: 55).
El primero de
julio México se sumergirá en un “dulce engaño”: acudirá a las urnas
considerando que con ese acto tiene influencia sobre el poder político. No
obstante, como quedó dicho anteriormente, el poder político lo detenta la clase
dominante quien, para asegurarse su dominio mediante la sugestión, monta
periódicamente un acto por medio del cual hace creer a la clase trabajadora y
explotada, e incluso a la clase política, que comparte el poder. Las elecciones
son ese acto por medio del cual la clase hegemónica intenta persuadir a los
explotados (lumpen, trabajadores y burócratas) que comparte el poder con ellos
y que, incluso, se somete a su libre elección de gobernantes. Nada más alejado
de la realidad: la clase capitalista toma decisiones políticas a partir de sus
intereses económicos (recordemos: la infraestructura económica determina la
superestrucura política) por lo que la elección dista mucho de ser libre: los
gobernantes son elegidos, no por el elector común, sino por el gran elector: la
clase hegemónica.
Por lo
anterior, todo miembro de la clase política que pretende allegarse al poder,
detentado por la clase capitalista, requiere la aprobación de dicha clase. Por
ello, en los hechos, el gobernante no gobierna: se convierte en la comparsa
política de la clase a la que pertenece el poder. Así pues, todo aquél que
reciba una constancia de mayoría para ejercer un cargo público, en realidad
recibe la venia de la clase hegemónica, a quien previamente convenció de su
docilidad y mansedumbre, que no pone en riesgo el sistema. Ello explica el intenso
cabildeo realizado por los candidatos, quienes deben convencer a la clase
dominante sobre la inocuidad de su “proyecto”. En México, los principales
candidatos han sido aprobados por la clase capitalista, dado que todos se han
manifestado a favor del libre mercado, el respeto a la democracia y la creencia
en la libre elección de los gobernantes. Es decir: reproducen los valores de la
clase dominante sobre los pilares del Estado burgués. La principal “amenaza”
para la clase capitalista la representaba Andrés Manuel López Obrador pero, en
los hechos, se ha plegado a los intereses de la clase hegemónica, dado que ha
incorporado a su grupo a la plutocracia vía Alfonso Romo, a la burocracia vía
“Napo” o Elba Esther Gordillo, al “duopolio mediático” de Azcárraga Jean y Salinas
Pliego y a la clase política dando cobijo a priístas, panistas y/o perredistas en fuga o yendo "a la cargada"; incorporaciones que le dan el visto bueno del sistema. De los otros
candidatos poco o nada hay que decir, dado que en los hechos son apéndices de
la clase dominante.
Así las cosas,
las elecciones del primero de julio en México son una representación más del
“dulce engaño” con el cual se ilusiona y enajena a la clase explotada, mediante
el bombardeo de propaganda (“Vota libre”, “Tu voto cuenta”) difundida a través
de los aparatos ideológicos del estado. Es un “dulce engaño” pues, en los
hechos, la clase dominante y sus intereses económicos permanecen intocados.
Referencias
Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos
del Estado (notas para una investigación). México, Siglo XXI, 2016.
-----------------------. “Práctica teórica y lucha
ideológica”. México, Siglo XXI, 2016.
por Jaime Magdaleno
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