1.7.18

Tu voto cuenta (aunque no cuente): México 2018.

Si tiene usted pensado acudir a las urnas el primero de julio, tal vez esto sea de su interés:

En el texto titulado “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación)”, Louis Althusser hace una doble distinción del Estado:

a)    como aparato represivo “que funciona mediante la violencia” (ejército, policía, prisiones, tribunales); y,
b)    otras instituciones del Estado que operan, no a través de la violencia sino “mediante ideologías”, y cuya función radica, sobre todo, en inculcar subjetivamente la aceptación del poder del Estado por medios persuasivos, o, dado el caso, coercitivos.

Esto es: por vía de sus “aparatos represivos” y sus “aparatos ideológicos”, el Estado garantiza la sujeción y la dominación de la clase explotada mediante:

a)    la imposición del poder del Estado a través de sus aparatos represivos: ejército, policía tribunales y prisiones; o,

b) la difusión de la visión de mundo de la clase dominante por vía de sus aparatos ideológicos: prensa, televisión, radio, internet, con el fin de convencer o persuadir sobre las bondades de los valores de la misma clase (por ejemplo: libre mercado, democracia o elecciones), y sugestionar sobre la imperiosa necesidad de mantener el statu quo.

En cuanto a las “instituciones especializadas” que conforman los “aparatos ideológicos del estado”, Althusser proporciona la siguiente lista:

Son Aparatos Ideológicos del Estado:

a) los religiosos (el sistema de las distintas iglesias);
b) los escolares (el sistema de las distintas “escuelas” públicas y privadas);
c) los familiares (“La familia cumple, evidentemente, otras “funciones” y no sólo es aparato ideológico del estado. Interviene en la reproducción de la fuerza de trabajo. Es, según los modos de producción, unidad de producción y/o unidad de consumo”); 
d) los jurídicos (“El “derecho” pertenece al mismo tiempo al aparato (represivo) del estado y al sistema de aparatos ideológicos del estado”);
e) los políticos (el sistema político, sus distintos partidos);
f) los sindicales;
g) de información (prensa, radio, televisión, etcétera);
h) los culturales (literatura, bellas artes, etcétera).


Todos estos aparatos ideológicos tienen como finalidad última, ya lo dijimos, asegurar la posesión del poder del Estado por parte de la clase dominante, inculcando subjetivamente sus valores y sus intereses. En otras palabras: si el poder del Estado tiene como base la infraestructura económica, y esta infraestructura económica está controlada por la clase capitalista, será esta clase la que determine las características de la superestructura política y la superestructura ideológica para asegurarse el control de la clase explotada. Así las cosas, es la clase capitalista la que dota al sistema político y al sistema ideológico de sus cualidades, características o instituciones, para con ello asegurarse el poder del Estado. Siguiendo a Gramsci, Althusser propone que, por medio de los aparatos ideológicos del estado, la clase dominante difunde los valores burgueses que hacen posible tanto la “reproducción” de la explotación del trabajador, como la “reproducción” del poder y del aparato de Estado.

Dentro de los valores burgueses difundidos a través de los aparatos ideológicos me interesa resaltar, en este momento, un par: democracia y elecciones. Pero antes de ahondar en ellos, continuemos un rato más con Althusser.

De acuerdo con Althusser, los aparatos ideológicos se llaman así pues se encargan de dotar al conjunto social de ideología, entendida como “conjunto de representaciones y creencias” a las que se adhieren los sujetos “voluntaria o involuntariamente”, consciente o inconscientemente, y por medio de las cuales actúan política, cultural, económica, moral, filosófica o ideológicamente. Dichas representaciones:

se refieren al mundo mismo en el cual viven los hombres, la naturaleza y la sociedad, y a la vida de los hombres, a sus relaciones con la naturaleza, con la sociedad, con el orden social, con los otros hombres y con sus propias actividades, incluso a la práctica económica y a la práctica política (Althusser, 2016: 49).
Lo fundamental de estas representaciones es que se “naturalizan” o normalizan, pues están “dadas” en la sociedad:

Esta representación ellos se la encuentran dada al nacer, existiendo en la sociedad misma, de igual manera que encuentran existentes antes que ellos las relaciones de producción y las relaciones políticas en que deberán vivir. Al igual que nacen como “animales económicos” y “animales políticos” se puede decir que los hombres nacen “animales ideológicos”. Todo sucede como si para existir como seres sociales y activos en la sociedad que condiciona toda su existencia necesitaran disponer de una cierta representación de su mundo, la cual puede permanecer en gran parte inconsciente y mecánica, o al contrario ser consciente y reflexiva más o menos ampliamente. La ideología aparece así como una cierta representación del mundo, que liga a los hombres entre sí en la división de sus tareas, y la igualdad o desigualdad de su suerte (Althusser, 2016: 50).

Gracias a la ideología, la “división de tareas” adviene en división en clases sociales justificando, a su vez, la desigualdad; desigualdad y división que se asumen como “naturales”, pues se asientan en una “visión del mundo” que, como argamasa, mantiene unido al edificio compuesto por infraestructura económica y superestructura política:   

Si nos representamos la sociedad según la metáfora clásica de Marx, como un edificio, una construcción o una superestructura jurídico-política, elevada sobre la infraestructura de la base, sobre fundamentos económicos, debemos dar a la ideología un lugar muy particular […] hay que considerar que la ideología se introduce en todas las partes del edificio y que constituye ese cemento de naturaleza particular que asegura el ajuste y la cohesión de los hombres en sus roles, sus funciones y sus relaciones sociales (Althusser, 2016: 51).

Todo constructo social permanece cohesionado, entonces, por la ideología, la cual traduce representaciones de mundo sobre las cuales se asienta tanto la explotación/dominación como la pertenencia a una clase social:

La ideología está pues destinada ante todo a segurar la dominación de una clase sobre las otras y la explotación económica que le asegura su preeminencia, haciendo a los explotados aceptar como fundada en la voluntad de Dios, en la “naturaleza” o en el “deber” moral, etc., su propia condición de explotados. Pero la ideología no es sólo un “bello engaño” inventado por los explotadores para mantener a raya a los explotados y engañarlos: es útil también a los individuos de la clase dominante, para aceptar como “deseada por Dios”, como fijada por la “naturaleza” o incluso como asignada por un “deber” moral la dominación que ellos ejercen sobre los explotados; les es útil pues, al mismo tiempo y a ellos también, este lazo de cohesión social, para comportarse como miembros de una clase, la clase de los explotadores. El “bello engaño” de la ideología tiene pues un doble uso: se ejerce sobre la conciencia de los explotados para hacerles aceptar como “natural” su condición de tales; actúa también sobre la conciencia de los miembros de la clase dominante para permitirles ejercer como “natural” su explotación y su dominación (Althusser, 2016: 55).
Ahora sí, podemos regresar a los valores mencionados más arriba: democracia y elecciones.

El primero de julio México se sumergirá en un “dulce engaño”: acudirá a las urnas considerando que con ese acto tiene influencia sobre el poder político. No obstante, como quedó dicho anteriormente, el poder político lo detenta la clase dominante quien, para asegurarse su dominio mediante la sugestión, monta periódicamente un acto por medio del cual hace creer a la clase trabajadora y explotada, e incluso a la clase política, que comparte el poder. Las elecciones son ese acto por medio del cual la clase hegemónica intenta persuadir a los explotados (lumpen, trabajadores y burócratas) que comparte el poder con ellos y que, incluso, se somete a su libre elección de gobernantes. Nada más alejado de la realidad: la clase capitalista toma decisiones políticas a partir de sus intereses económicos (recordemos: la infraestructura económica determina la superestrucura política) por lo que la elección dista mucho de ser libre: los gobernantes son elegidos, no por el elector común, sino por el gran elector: la clase hegemónica.

Por lo anterior, todo miembro de la clase política que pretende allegarse al poder, detentado por la clase capitalista, requiere la aprobación de dicha clase. Por ello, en los hechos, el gobernante no gobierna: se convierte en la comparsa política de la clase a la que pertenece el poder. Así pues, todo aquél que reciba una constancia de mayoría para ejercer un cargo público, en realidad recibe la venia de la clase hegemónica, a quien previamente convenció de su docilidad y mansedumbre, que no pone en riesgo el sistema. Ello explica el intenso cabildeo realizado por los candidatos, quienes deben convencer a la clase dominante sobre la inocuidad de su “proyecto”. En México, los principales candidatos han sido aprobados por la clase capitalista, dado que todos se han manifestado a favor del libre mercado, el respeto a la democracia y la creencia en la libre elección de los gobernantes. Es decir: reproducen los valores de la clase dominante sobre los pilares del Estado burgués. La principal “amenaza” para la clase capitalista la representaba Andrés Manuel López Obrador pero, en los hechos, se ha plegado a los intereses de la clase hegemónica, dado que ha incorporado a su grupo a la plutocracia vía Alfonso Romo, a la burocracia vía “Napo” o Elba Esther Gordillo, al “duopolio mediático” de Azcárraga Jean y Salinas Pliego y a la clase política dando cobijo a priístas, panistas y/o perredistas en fuga o yendo "a la cargada"; incorporaciones que le dan el visto bueno del sistema. De los otros candidatos poco o nada hay que decir, dado que en los hechos son apéndices de la clase dominante.

Así las cosas, las elecciones del primero de julio en México son una representación más del “dulce engaño” con el cual se ilusiona y enajena a la clase explotada, mediante el bombardeo de propaganda (“Vota libre”, “Tu voto cuenta”) difundida a través de los aparatos ideológicos del estado. Es un “dulce engaño” pues, en los hechos, la clase dominante y sus intereses económicos permanecen intocados.

Referencias
Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación). México, Siglo XXI, 2016.
-----------------------. “Práctica teórica y lucha ideológica”. México, Siglo XXI, 2016.


por Jaime Magdaleno

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