
Ante todo, en los dos primeros capítulos de su Marx y su concepto del hombre, Fromm
expone las tergiversaciones que ha tenido el pensamiento de Marx. Comienza
señalando la ironía que envuelve a las críticas que ven en Marx a alguien
interesado en la acumulación de riqueza y objetos, y que propone dicha
acumulación como el fin último del hombre. En realidad, dice Fromm, es al
revés: Marx hace la crítica de la obsesión del capitalismo con la acumulación
de cosas; manía que ha convertido al hombre en un objeto más, en un “hombre
mercancía” que se vende para obtener capital con el cual adquirir mercancías.
Adicionalmente, Fromm hace mofa de
quienes no tienen idea del sentido con el cual se emplea el termino
“materialismo” en filosofía, y creen que ese concepto se refiere a la
adquisición de bienes materiales. Fromm aclara que el “materialismo” es una
“concepción filosófica que sostiene que la materia en movimiento es el elemento
fundamental del universo”. En cuanto a Marx, éste realiza la crítica al
“materialismo abstracto de los naturalistas”, pues lo encuentra “burgués”,
“mecanicista”, al postular que “el sustrato de todos los fenómenos mentales y
espirituales se encontraba en la materia y los procesos materiales”; es decir “este
tipo de materialismo sostenía que los sentimientos y las ideas se explican suficientemente
como resultados de procesos corporales químicos”. Frente a ese materialismo,
Marx propone un “método materialista”, el cual “supone el estudio de la vida
económica y social reales del hombre y de la influencia del modo de vida real
del hombre en sus pensamientos y sentimientos”. Es decir: son las condiciones
de producción las que determinan al hombre y sus pensamientos, y no los
pensamientos los que hacen a los hombres. Así lo expone Marx en El Capital: “El
modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia”.
De acuerdo con
Marx, la organización social sufre cambios cuando el sistema de producción
cambia. En la historia humana, Marx identifica cuatro épocas en los modos de
producción: asiática, antigua, feudal y la moderna burguesa. Cada época ha
fraguado en su interior las condiciones para el cambio social, por lo que éste
se da cuando las condiciones de producción han entrado en contradicción con el
sistema social. Aquí entra el problema de la conciencia. La conciencia
revolucionaria es aquélla que se percata de cómo la conciencia suele atender a
falsas producciones y necesidades humanas y vuelve sobre sus verdaderas
necesidades, para producir nuevas formas económicas y sociales. En cuanto el
humano se percata de que está inmerso en una falsa conciencia y busca salir de
ella para vivir de acuerdo a sus verdaderas necesidades, esa falsa conciencia
se convierte en conciencia revolucionaria, por lo que la revolución sólo puede
darse en circunstancias en donde los individuos están en camino de recuperar su
conciencia verdadera. En ese sentido opina Fromm que: “Marx comprendía que la
fuerza política no puede producir nada para lo cual no esté preparado el
proceso social y político. Por eso la fuerza, en caso necesario, sólo puede dar
–por así decir- el último empujón a un desarrollo que virtualmente ya ha tenido
lugar, pero no puede producir nada verdaderamente nuevo. “La violencia –decía-
es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva”.

Si lo que hace
al hombre es el trabajo, y éste se define como la manera en como los hombres se
relacionan con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, entender las
diferentes ideas que sobre el trabajo ha tenido el hombre, permitirá comprender
las ideas que han tenido sobre sus condiciones de producción y, a la vez, estas
condiciones de producción explican lo que el hombre es en un momento
determinado. Ya dijimos que Marx caracterizaba cuatro etapas en los modos de
producción. Por lo que toca a la burguesa-capitalista, imperante en tiempos de
Marx, ésta se caracteriza por un trabajo que tiene como fin la reproducción
creciente del capital, por lo que el modo de producción obedece, no a las
necesidades humanas, sino a las necesidades del capital. El hombre, en este
sistema, no trabaja para desarrollar sus capacidades humanas, sino para
producir más objetos con los cuales re-producir mayor capital. Tanto el dinero
y la máquina no están al servicio del hombre, sino el hombre al servicio del
dinero y la máquina.

Tal es la idea
del hombre que se puede desprender del sistema capitalista. No obstante Marx,
siguiendo la tradición profética-humanista occidental, busca la modificación de
este sistema mediante la propuesta de un socialismo que vuelva a poner en el
centro del sistema de producción al hombre con todas sus capacidades, y en
donde este hombre produzca de acuerdo a sus necesidades básicas y en relación armónica
con la naturaleza.
por Jaime Magdaleno
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