8.11.13

Teoría de la felicidad


Nuestra voluntad gira en redondo, lo entendí ayer por la noche, entendí a Pascal, mi dama me lo explicó. Por eso, hoy desde muy temprano empecé a tomar, a bailar con ella, recordé lo maravilloso que fue sentir al alcohol anunciar la verdad de lo que somos en mis venas. Sentí conocer totalmente, desde muy temprano, el balance vital de la vida, de hallar la semejanza ¿pero con quién? Prometí ¡ya no tomar los domingos! Herodoto es testigo de lo sucedido en cada lunes: llegar tarde a mi empleo, inventar un pretexto (ya están todos dados), hacer inmediatamente todos los pendientes del fin de semana, capacitar a talentos jóvenes en el arte de vender, y sobre todo escuchar la experiencia familiar que tuvo mi jefe el fin de semana. Sin embargo la historia ya se está dando en este domingo por la tarde, en que me estoy declarando borracho. Un domingo más en una interminable lista de derrotas por nocaut debido a esta dama alcohólica. Siento a diario su hospitalaria invitación tocando a la puerta de mi alma, siento la emoción de dejarla entrar a mi cuerpo, a mí mismo. Mi percepción del horizonte ya se vislumbra, y es caer en unas cuantas horas, pues aunque agradezco su dulce compañía mientras bailo con ella, no resistiré más. 
 
Mañana no iré a trabajar, aunque necesito recursos que me hagan bailar cada noche con esta alcohólica. En todo este tiempo que he bailado con ella he visto aumentar el núcleo de mi corazón. Y no precisamente con los bonos y gratificaciones en mi trabajo, (porque eso sí, desde que bailo con esta esplendida mujer alcohólica diario, vendo mucho), sino con mi llegada a casa, que siempre está ahí invitadora al temblor ubicuo del alcohol. Cuando estamos solos en el espejo me seduce al oído con poesía, pero, a veces la desprecio. No me parece correcto que un joven vendedor de seguros empresariales se tienda a hablarse con ella tan intimamente. 
 
Mis amigos dicen que no es correcto, que me busque una pareja, por lo menos para joder, alguna desjuiciada, pero yo les contesto: tengo un espíritu insobornable. He tenido muchos problemas con los vecinos, me dicen que desde que llegó a vivir a mi casa (así como así, sin una antesala) no he dejado de gritar con ella cada noche y no dejo de andar de muy mal humor por las mañanas, pero yo pienso que exageran, pues sólo los fines de semana es cuando late, gime y se vuelve más turbia e indomable.

Hoy vi a mi ex novia en la vinatería de la calle de Alzate, iba con perro (bul dog) y novio nuevo a comprar cigarros (por que fuma mucho), me dijo mientras miraba sus labios rojos que muchas veces le dieron armonía a mi existencia: -¡ ya déjala no te conviene, desde que estás con ella no sales, no te arreglas! ¡Ya ni siquiera te importa tu gran pasión! ¿la recuerdas? ¡La fotografía!

Sin embargo creo que está celosa y quiere regresar conmigo, pues desde el primer momento en su inmóvil trayectoria fue así, celosa. Le contesté con la voz de quien tiene un carácter fuerte mirándole los labios: -¡no recuerdo la fotografía!, despidiéndome a paso apurado para reencontrarme con mi dama, que como siempre me espera en casa invitadora al alcohol.

por Jaime Martínez

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