Mi
cuerpo está cubierto por el sudor. Soy un hombre que apesta. Un hombre que
durante tres días se ha dedicado sólo a beber y a rayar líneas de coca. El día
de hoy es domingo. Son aproximadamente las once de la noche. Sobre el piso de
mi cuarto yace una televisión encendida. En la pantalla aparece la historia de
un policía violador. Los Gemelos Brenan entrevistan a una adolescente violada,
la cual llora, gime y acusa totalmente fuera de sí. Las cucarachas han invadido
el piso, las paredes, en fin, todo mi cuarto. En este momento estoy mirando a
dos de ellas reptando por encima de pequeñas gotas de semen (hace un rato me
masturbé mientras miraba a Juliette Lewis en una película). Estoy cansado.
Estoy sucio. Miro a las cucarachas. Pienso en la posibilidad de levantarme para
matarlas, aplastarlas con un zapato o con mi volumen de la Biblia ilustrado,
pero no tengo ánimo para ello. No sé por qué, pienso en la posibilidad de mi
propia muerte. La idea no me desagrada pero tampoco me entusiasma. Por otra
parte, no encuentro en el cuarto algo que pueda ayudarme a cumplir con mi
posible suicidio. Así pues, abandono la idea. Tengo comezón en la cabeza. El
pelo lo tengo enredado, sucio, completamente grasoso. Me rasco un testículo.
Ahora reflexiono en la frase dicha por la madre de un delincuente: “Espero que
mi hijo se entregue, total, al fin y al cabo, la justicia no come”. Pienso que Duro y Directo es un buen programa.
Puede ser igual de brillante que algún silogismo extraído del Libro de Job. Observo un rato más a la madre justa. Y recuerdo la llamada
telefónica que recibí el día de hoy. Esa llamada fue mi único contacto con el
mundo este día. En ella, una mujer me informó que es muy probable que me
convierta en padre. La llamada logró inquietarme un poco. Pero mi inquietud no
duró mucho, ya que Andrea dijo que no habría problema, que de confirmarse sus
sospechas ella se encargaría de todo: mandaría a la chingada al pendejo feto no deseado,
detestado ya desde el mismo instante en que se manifestó. Andrea es una mujer
inteligente, pienso ahora. Andrea es una mujer que sí tendría el ánimo
suficiente para aplastar a ese par de cucarachas que reptan sobre mis gotas de
semen, iluminadas por la pantalla del televisor.
por Jaime Magdaleno
No hay comentarios:
Publicar un comentario