—¡Sería pues una
ilusión pensar que esta relación funcionaría! —dijo Jorge—.
Gracias a tu creación pornográfica con todos mis amigos terminó
todo lo transcendental que creíamos había entre nosotros dos,
¡realmente se acabó! —continuó.
—Ya
te dije que me perdones, fue una pendejada. Me sentía muy sola, por
eso te engañé —respondió Yolanda.
Jorge
la miró, le miró las nalgas, las piernas, su color de piel morena.
Se calentó de inmediato. Por un momento estuvo dispuesto a
perdonarla, a llorarle y a suplicarle que regresaran juntos a casa,
que perdonaría su infidelidad. Reaccionó repentinamente
imaginándose a su joven competidor embistiéndola mejor que él.
Regresó a su convicción de terminar con esa relación. Será al
mismo tiempo una perdida y una ganancia imponderable, pensó Jorge.
Si
bien era cierto que ya desde un par de semanas no pensaba en algo más
que deshacerse de su, ahora, ex pareja, la infidelidad había
cambiado su decisión drásticamente. No podía creer que lo hubiera
engañado, no a él. Le dio en el orgullo. No lo podía aceptar.
¿Quién
sabe algo sobre el amor?, pensó. Colocó su mano suavemente sobre la
de Yolanda, por un momento se excitó. Pensó en pedirle la última
cogida. Una última despedida. Un mezquino pedazo de sexo para el
agraviado, pero recordó que estaban en la terminal y que el camión
salía en un par de minutos. El autobús con destino a Guadalajara se
acercó al andén. Sus sentimientos eran ya visibles. Le lagrimeaban
los ojos. Ella es muy sexy, me excita mucho. Su sonrisa me
rejuvenece. Pero la decisión está tomada. La dejará partir y nunca
más la volverá a ver. La poesía es lo único que salva la razón
porque es más hermosa y superior que esta puta y es más hermosa que
la misma razón, pensó Jorge. Antes de que fuera a abordar el camión
la abrazó, la besó, le tocó sus nalgas y le susurró en voz baja:
—Sangre
mestiza, nalgas minerales, posees todos los elementos persistentes
para enloquecer a cualquiera. Eres jade duro y frío. Mi putita,
duraremos para siempre.
Trató
de besarla, pero desapareció.
por Jaime Martínez
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