18.10.12

Terminal

¡Sería pues una ilusión pensar que esta relación funcionaría! —dijo Jorge—. Gracias a tu creación pornográfica con todos mis amigos terminó todo lo transcendental que creíamos había entre nosotros dos, ¡realmente se acabó! —continuó.
Ya te dije que me perdones, fue una pendejada. Me sentía muy sola, por eso te engañé —respondió Yolanda.

Jorge la miró, le miró las nalgas, las piernas, su color de piel morena. Se calentó de inmediato. Por un momento estuvo dispuesto a perdonarla, a llorarle y a suplicarle que regresaran juntos a casa, que perdonaría su infidelidad. Reaccionó repentinamente imaginándose a su joven competidor embistiéndola mejor que él. Regresó a su convicción de terminar con esa relación. Será al mismo tiempo una perdida y una ganancia imponderable, pensó Jorge.

Si bien era cierto que ya desde un par de semanas no pensaba en algo más que deshacerse de su, ahora, ex pareja, la infidelidad había cambiado su decisión drásticamente. No podía creer que lo hubiera engañado, no a él. Le dio en el orgullo. No lo podía aceptar.

¿Quién sabe algo sobre el amor?, pensó. Colocó su mano suavemente sobre la de Yolanda, por un momento se excitó. Pensó en pedirle la última cogida. Una última despedida. Un mezquino pedazo de sexo para el agraviado, pero recordó que estaban en la terminal y que el camión salía en un par de minutos. El autobús con destino a Guadalajara se acercó al andén. Sus sentimientos eran ya visibles. Le lagrimeaban los ojos. Ella es muy sexy, me excita mucho. Su sonrisa me rejuvenece. Pero la decisión está tomada. La dejará partir y nunca más la volverá a ver. La poesía es lo único que salva la razón porque es más hermosa y superior que esta puta y es más hermosa que la misma razón, pensó Jorge. Antes de que fuera a abordar el camión la abrazó, la besó, le tocó sus nalgas y le susurró en voz baja:

Sangre mestiza, nalgas minerales, posees todos los elementos persistentes para enloquecer a cualquiera. Eres jade duro y frío. Mi putita, duraremos para siempre.

Trató de besarla, pero desapareció.


por Jaime Martínez

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