Juan Antonio Rosado Z.
adesso sento nella vita il germe
orrendamente profumato della Resistenza.
«Vittoria». Poesia
in forma di rosa.
Hay escritores que, lejos de conformarse con la vida contemplativa, salen
de la biblioteca impulsados por una fuerza más allá de la razón y se enfrentan
con la vida, con la explosión de la risa y del absurdo, con el sexo, la
embriaguez y el éxtasis, pero también —y no por ello menos humano— con el
horror, la angustia, la náusea, la miseria de los desheredados, el dolor
extremo. Para estos artistas, que logran reunir en sus obras amplias gamas de
sensaciones y sentimientos, las experiencias con el prójimo son fundamentales,
y en general a partir de tales experiencias extraen no sólo su visión del
mundo, sino su propia ideología. Este es el caso del poeta, narrador,
ensayista, filólogo, dramaturgo y cineasta Pier Paolo Pasolini (1922), cuyo
infame asesinato —el 2 de noviembre de 1975— dio fin a una de las voces más
heterológicas, plurales y controvertidas de la Italia del siglo XX.
Imagen tomada de: http://www.revistaelotro.com/2017/03/21/ |
Pasolini optó por la vía opuesta a la del padre. Si el fascismo, por
ejemplo, prohibió los dialectos en pro de la «unidad» italiana, el poeta
cultivó el amor al furlano y a las formas populares del habla, lo cual era un
modo de rebelarse contra los fascistas. Luego, la Resistencia (en la que no
participó físicamente), y en particular el deceso de su hermano menor, Guido,
al igual que las luchas de los periodistas furlanos contra los grandes
propietarios, constituyeron dramas que el escritor siempre tendrá presentes. La
lucha de esos periodistas lo hizo inclinarse al comunismo. La intensa película
neorrealista Mamma Roma expresa un
drama del pueblo; y en El evangelio según
san Mateo, se resalta uno de los mitos primordiales de Occidente como mito
popular. Más allá de la manipulación que la iglesia ha hecho de Cristo durante
casi 2000 años (desde el Concilio de Nicea), a Paolini le interesó su vínculo
con los desheredados, lo que me recuerda, en cierto sentido, al muy posterior Quijote de Kozntsev. Al cineasta le
importaba penetrar en el pueblo y se convirtió en un implacable crítico de la
burguesía.
Pasolini fue sobre todo poeta, al grado de que consideraba sus películas
como poemas. Toda creación, sea pintura, cine, escultura, arquitectura, música
o danza, se vuelve poesía cuando es arte de verdad. Entre las películas de
Pasolini, Teorema (1968) es para mí
la más profunda y sugerente, la que logra más niveles de interpretación: desde
el literal-superficial hasta el alegórico-místico, pasando por el
económico-político, el religioso y el social con guiños al comunismo. Estos
niveles no se excluyen, y el interés se duplica porque también es una novela:
el autor concibió la película y la narración novelística casi al mismo tiempo.
Vale la pena detenerse en el fenómeno Teorema,
considerando que podría realizarse un análisis más profundo y detallado.
La novela comienza con la descripción de una familia burguesa, no en el
sentido económico, sino en el ideológico.
Estas personas se mueven en la burguesía industrial. Una extraña divinidad masculina (el
huésped), anunciada por Angelino (el ángel de la anunciación), se introduce en
la vida de esta familia y hace el amor con los integrantes: con el padre, la madre, el hijo,
la hija y la criada. Se
produce el «toque divino», la irrupción
de lo sagrado. Cada miembro de la familia se transforma. El detalle
anterior nos conecta, por un lado, con el Cantar
de los cantares, pero también con el Gita
Govinda y en particular con el Bhagavata
Purana, donde el dios Krisna hace el amor con mil pastoras, alegoría de la
unión de la divinidad con las almas. En la antigüedad, el poeta místico
representaba el éxtasis mediante el arrebato o placer que implica la
despersonalización, lo impersonal, la experiencia de alteridad en la unión
erótica.
Sin embargo, cuando el huésped (Dios) se va de la
casa, cada miembro de la familia llega al delirio, descompone y parodia el
ideal que compartió con el extraño huésped a causa de una irreversible crisis
espiritual: cada uno busca a ese mito perdido, quien los ha dividido y
abandonado en su soledad. Pedro, el hijo, quien siempre anheló ser pintor,
parodia su ideal al realizar pseudoarte y orinar en su propio cuadro; la hija,
Odetta, cobijada en el pasado y en el amor al padre, se encierra en la
contemplación de un álbum y permanece recostada, con el puño apretado, como
tratando de asirse, como aferrada a algo invisible, hasta que es recogida por
los siquiatras; la madre, Lucía, se prostituye con desconocidos parecidos al
huésped y, al percatarse de que no encontrará a esta divinidad, termina
encerrada en una iglesia con Cristo, el antiguo Adonis tan caro a las mujeres;
por último, el padre obsequia su fábrica a los obreros, se desnuda en una
estación de tren y se va a gritar, desesperado, al desierto. Ningún burgués
hallará a la divinidad. En este teorema metafísico, la única que demuestra
superioridad espiritual es Emilia, la criada (la clase trabajadora). Tras el
«toque divino», ella realiza milagros, es aceptada y querida por su pueblo,
asciende en cuerpo y alma al cielo para después retornar a la madre tierra.
Leemos: «El Dios en nombre del cual esta hija de campesinos que ha vuelto de la
ciudad, donde trabajaba como criada, hace milagros, ¿no es un Dios antiguo,
precisamente campesino, bíblico y un poco loco?». Pasolini renuncia al Dios
burgués y recobra una divinidad vinculada a la tierra. Por supuesto, hay
episodios de la novela que el autor no incluyó en la película, como éste, que
me parece emblemático: Emilia ha sido sepultada en el barro, y de ahí manan sus
lágrimas. Cuando se ha formado un charco, salen unos obreros por detrás de la
empalizada donde alguien pintó burdamente una hoz y un martillo. Los obreros
pasan junto al charco de lágrimas. Uno de ellos lo ve, se detiene y lleva hasta
él a un compañero herido. Hunde en el charco las manos y, sin pensarlo mucho,
«lava con esa agua la herida de la muñeca y la mano de su compañero». Las
lágrimas de una hija de campesinos curan la herida. Emilia posee la gracia
divina que le contagió el huésped. La película empieza por el final: la noticia
de que un empresario ha dado su fábrica a los obreros. Tanto la novela como la
película son en parte alegorías de la crisis y enajenación producidas por la
sociedad de consumo, llena de frivolidad y estupidez, pero también son mucho
más que eso.
Imagen tomada de: https://agendacomunistavalencia.blogspot.com/2016/01/ |
En su ensayo «Abjuración de la Trilogía de la vida», advirtió la sinceridad de su obra, así como la necesidad de representar los cuerpos desnudos. Pero también se dio cuenta de que la liberación sexual se vio «brutalmente vencida y trivializada por la decisión del poder de consumo, al conceder una vasta (aunque falsa) tolerancia». Los cuerpos inocentes fueron violados y manipulados por el consumismo. Esto último, aunado a la violencia sicológica sufrida por Pasolini, lo hizo —después de la Trilogía— odiar los cuerpos y órganos sexuales de los nuevos jóvenes: la degeneración del desnudo alcanzó el pasado que él intentó representar. El pesimismo y la amargura del cineasta se intensificaron: lejos de dar flexibilidad y alegría a los jóvenes, la libertad sexual los volvió desgraciados, estúpidos, agresivos y presuntuosos. El poeta escribió su «Abjuración» cinco meses antes de morir, quizá también para justificar la visión cosificada y mecánica que desplegó en su última película: Saló o los 120 días de Sodoma, en que los verdugos del Marqués de Sade aparecen horrendamente perfumados de mierda durante el fascismo, en una edificación donde ninguna resistencia es posible.
Pasolini fue, ante todo, poeta y
hombre de ideas. Si ejerció el cine fue por la capacidad de este arte de
«representar la realidad a través de la realidad misma», y también como otra
forma de producir poesía y, mediante ella, revelar las verdades ideológicas y
ontológicas, pues, como se aprecia en Las
mil y una noches, «La verdad no está en un sueño, sino en muchos sueños».
Los sueños de Pasolini por una mayor libertad y por la emancipación de la clase
explotada siguen vigentes.
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