15.4.16

“¿Qué clase de hermenéutica es esa?” Quijote y Cervantes: hermeneutas de extraña locura.

Dentro de la tradición hermenéutica, se suelen considerar dos caminos en la comprensión textual: por un lado, el camino unívoco, literal, y por el otro el alegórico, simbólico. La univocidad propone una lectura fidedigna, ceñida a lo que el texto “dice”, mientras que la alegórica trata de encontrar aquello que el texto “quiere decir”. Si la hermenéutica es una actividad que se encarga de comprender los textos, ubicándolos en sus contextos respectivos (Beuchot: 2008), la hermenéutica univocista propone comprender el texto a partir de la auto referencialidad de su contexto, en oposición a la hermenéutica alegórica, cuyo contexto se despliega en un universo simbólico, por medio del cual el significado se construye, no sólo con lo que el texto “dice” sino, sobre todo, con lo que “quiere decir”. Frente a ambas hermenéuticas, Mauricio Beuchot propone una hermenéutica analógica, que reconcilia ambas posturas en la comprensión del texto, pretendiendo evitar con ello la exacta pero simple lectura “univocista”, así como también la libre pero desproporcionada lectura “alegórica”.   

Ahora bien: parece claro que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ha sido un texto leído, sobre todo, desde una hermenéutica alegórica, ya que se le han adjudicado múltiples sentidos y significados a la obra de Cervantes. Hay quien considera que la desmesura del texto responde a una reacción crítica en contra del racionalismo del hombre moderno, y quien ha visto en las fantasías del Quijote un reflejo de la evasión de la realidad de la España del siglo XVII (Álvarez, 2009). Ambas lecturas alegóricas del Quijote han convertido al personaje en un espíritu rebelde y romántico, o bien a la obra en una crítica hacia la España rezagada, atrapada en trasnochados sueños de grandeza caballeresca.

No obstante, no es esto sobre lo que trata el presente texto, sino sobre la hermenéutica practicada por el lector-Quijote y por el narrador-Cervantes. Es decir: lo que se pretende es dilucidar -si acaso interesa hacerlo- la hermenéutica practicada por el Quijote sobre las novelas de caballería y por el narrador Cervantes sobre la historia trazada por Cide Hamete Benengeli. Además, se propone aquí una herméneutica estrafalaria y particular para acercarse a la obra de Cervantes. Comencemos con el Quijote:

El señor Quijada, Quejana o Quesada es, ante todo, un lector cuya lectura es fervorosa y devocional, aunque literal. Los libros de caballería no le muestran posibilidades alegóricas; antes bien, el camino trazado por Amadís o por Roldán es comprendido y posteriormente aplicado con afán literal. Quesada, Quijada o Quejana, ya convertido en Quijote, revive las hazañas de los caballeros que le antecedieron –en el tiempo, aunque no en valor y fama- con la meticulosidad de aquél que quiere demostrar la comprensión cabal de lo leído. Así pues, el lector-Quijote, como hermeneuta, se mueve en la comprensión y recreación referencial-literal de los textos que fueron su solaz. En cuanto a Cervantes:

Miguel de Cervantes es un lector de folios que un buen día “se encuentra” con una historia “trazada” por un tal Cide Hamete Benengeli, y se regodea en la felicidad del que trata con un texto que reconoce maravilloso en su tono y su anécdota. Miguel de Cervantes, enamorado de la historia, rastrea, husmea, encuentra y solventa traducciones del árabe al español para poder escribir después “su propia versión” del Caballero de la Triste Figura. Cervantes, como lector, es un hermeneuta parafrasísitico y re-creativo, que lee gozosamente para después escribir libremente “su versión” de Don Quijote. Con ello, re-crea la historia del Caballero de la Triste Figura, por lo que su hermenéutica tiende a re-producir una historia “ya escrita”, y lo hace no desde un trabajo literal sino, en todo caso, analógico, pues no transcribe literalmemente la historia de Benengeli ni tampoco inventa otra distinta, sino que va por el camino “trazado” por el autor árabe.

En consecuencia, el Quijote es un hermeneuta literal y Cervantes un hermeneuta analógico. Sin embargo, lo escrito hasta aquí, para todo aquél que ha leído la novela de Cervantes, se mira desmesurado, desproporcionado, sin sentido, o en el mejor de los casos, con un sentido limitado. Y es que es falso que el Quijote aplique de manera literal lo que ha leído. Antes bien, altera disparatadamente todo aquello que requiere para adaptar su realidad a la fantasía de las novelas de caballería, de ahí que utilice cartones para fabricarse una celada, tome sin pudor a un rocín flaco -o sea: un caballo de trabajo- para convertirlo en el “primero de todos los rocines del mundo” o modifique recetas consignadas en sus libros de caballería, necesarias para elaborar ungüentos y menjurjes con los cuales aliviarse, aunque con ello sólo consiga purgarse. El código de caballería es alterado por el estrambótico Quijote, motivo por el cual es lícito pensar que su proceso de lectura decodifica-descodifica-codificando las sin-razones de su alterada razón.

Por si fuera poco, Cervantes fabula una doble historia: por un lado, la de un autor árabe, supuesto escritor de la historia sobre el Quijote y, por el otro, la del propio Quijote, cuyas aventuras se convierten, así, en una “historia cidehametebenengeliana-cervantina”, que se va tejiendo conforme Cervantes escribe, supuestamente re-creando los folios de Cide Hamete. Con este mecanismo, Cervantes teje su propio tejido textual ¡que a su vez es el de Cide Hamete! El proceso de escritura de Cervantes supone la lectura no sólo de las novelas de caballería sino de los (imaginarios) folios de Cide Hamete Benengeli, armando con ello un tejido intertextual en el que la lectura  se re-crea mediante la escritura y la escritura se nutre de lecturas diversas, reales o imaginadas. El lector-Cervantes, haciendo  gala de una "hermenéutica de extraordinaria locura", lee conjeturando escrituras y escribe recreando lecturas. 

Por lo anterior, considero que si la hermenéutica consiste en comprender los textos, ubicándolos en sus contextos respectivos, una de las múltiples posibilidades de lectura del Ingenioso Hidalgo Don Quijote exige que uno termine compartiendo la lectura-locura del autor y el personaje, convirtiéndose, con ellos,  en un lector-hermenuta que no es ni literal ni alegórico ni analógico sino todo lo contrario pero, si usted quiere,  eso mismo o también lo adverso.

por Jaime Magdaleno

Fuentes

Álvarez, Federico. "Cervantistas y quijotescos I, II y III", en Vaciar una montaña. 134 glosas. Obra Negra, México, 2009. 

Beuchot, Mauricio. Perfiles esenciales de la hermenéutica. F.C.E-U.N.A.M., México, 2013. 

Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Edición del Quinto Centenario. RAE-Asociación de Academias de la Lengua Española. México, 2005. 


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