Mi
padre golpea a mi madre y yo tengo que soportarlo. 
Mi
padre tiene setenta y ocho años y en un ojo tiene glaucoma y en otro fibrosis. 
Mi
padre golpea a mi madre porque se está quedando ciego y necesita desahogarse. 
Mi
madre entiende esto: quiero decir: entiende que mi papá la golpea porque
necesita desahogarse. 
Y
por eso lo soporta, a pesar de que tiene setenta y seis años. 
Llora,
claro está, pero soporta los golpes que mi papá le propina en la cabeza, en la
espalda, en el rostro.  
Yo
también lo soporto.
A
pesar de que he visto cuando la golpea y a pesar de que sería muy fácil
golpearlo pues está viejo y ciego, lo soporto y no lo golpeo, aunque quiero.
¡Vaya que si quiero!
¡Vaya que si quiero!
Como
también quiero golpear a mi mujer. 
No
tengo motivo alguno para querer golpearla, pero igual quiero hacerlo. 
Tal
vez se deba a que  mi papá golpea a mi
madre y yo tengo que soportarlo.
Tal
vez si golpeara a mi mujer, ella lo soportaría, pues sabe la crisis familiar
por la que estoy pasando e intuye que necesito desahogarme.
Tal
vez ella sería como mamá. 
Tal
vez yo soy como mi papá. 
Tal
vez. 
Por
eso hoy, en cuanto llegue a casa, golpearé a mi mujer como si yo fuera mi papá
y ella, pobrecita, mi mamá.  
por Jaime Magdaleno
 
 
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