2.5.15

¿Quieres más, Violeta?

La niña lo está disfrutando. Para ella es novedoso todo esto: estar encerrada en un cuarto con un hombre que la sobrepasa en tamaño, edad y peso. En cambio, hace mucho que ese hombre (yo) ha dejado de disfrutar, ahora hace las cosas porque sí, por inercia: coger, beber, drogarse: actividades que han perdido su atractivo de tanto frecuentarlas. Pero mi cabeza está hueca: no se le ocurre qué otra cosa podría hacer en caso de no estar aquí, sobre el cuerpo delgado y frágil de esta niña que, sin duda, lo está disfrutando.

Violeta. No fue difícil conseguirla. A los diecisiete años cualquier persona está a la caza de vida. Casi se convierte en una obsesión fija: la mirada se abre, el panorama se extiende y vivir todo lo posible es la premisa fundamental. Supongo que por eso Violeta está aquí, desnuda, cansada pero con una sonrisa que ni mi estómago abultado ha podido borrar.

La fiesta fue como cualquier otra.

Yo estaba bebiendo con unos amigos en la cervecería de siempre, cuando Adrián se acercó. Dijo:

¿Vas a ir a la fiesta?
¿Cuál?
La de la San Rafa.
No sabía que había fiesta en la San Rafa.
Sí, güey, hoy hay fiesta. Supongo que va a estar de la verga, pero Alejandra va a llevar a unas amigas que están ricas.
No sé… supongo que iré. ¿Van a ir todos?
Sí.
Entonces sí, voy a ir.
Salud.
Salud, güey.

Niños. 
Chavitos peinados como los de One Direction ¿Desde cuándo se apoderaron de la escena, si hace apenas unos años brincoteaban al compás de Justin Bieber? Sin duda, he envejecido. De hecho, soy el mayor de todos en este lugar. Tal vez sólo uno de los de seguridad sea más viejo que yo. Carajo, ¿cómo sucedió? ¿A partir de cuándo? No obstante, ser el mayor tiene sus ventajas: casi todo lo que sucede alrededor te resulta familiar, cercano. Cualquier cosa que quieren o piensan hacer tus amigos, te es consultada antes. No tienes necesidad de gastar: Ángel, Pato, Néstor, te traen las bebidas sin necesidad de desembolsar un quinto ni hacer un esfuerzo. Privilegios así.

Somos varios los que estamos aquí pero no estamos juntos. Cada quien ha agarrado su pareja o formado su propio círculo. Yo estoy con Fer, Sergio, Néstor, Pato, Minerva, Alejandra y dos de sus amigas. La fiesta transcurre entre vasos de cerveza y en medio de música con un ritmo que a mí me parece homosexual (aunque mis amigos dicen que es andrógino) y que las amigas de Angélica bailan con poses sexuales explícitas. Las luces son escasas, el humo expulsado por unas máquinas invisibles da espesura al lugar. El piso está mojado, pues la mayoría está lo suficientemente ebria como para tirar parte del tequila, el brandy, la chela que contienen sus vasos rojos. A esta hora de la fiesta, la realidad se torna menos concreta, más líquida y evanescente. Sin embargo, lo que sucede aquí es totalmente comprensible para todos, pues representamos un papel hasta cierto punto predecible. Predecible y, desde mi punto de vista, aburrido.

¿Por qué me tomas de la mano?
    
La pregunta surge de Violeta y va a estrellarse contra la cara de Néstor, quien trata de convencerla de salir, apartarse para fajar, aunque es evidente que ella no quiere. Violeta me mira con unos ojos de súplica que a mí me parecen mamones, estúpidos. Pendeja, si no te va a violar, sólo quiere un estúpido faje.

¿Qué pedo?, le digo.
Es que él quiere que lo acompañe al baño pero yo no quiero, responde Violeta, entre risueña y molesta.

Lo que sigue es una plática casi secreta, al oído. Carajo, ¿qué estoy haciendo aquí? Esto es estúpido.

¿Y por qué no quieres ir?
Porque no quiero nada con él.
Pero míralo, pobre cabrón, se ve que te trae un chingo de ganas.
Pero no quiero estar con él. En todo caso, salgo contigo.
¿En todo caso? No mames, ¿acaso soy un puto premio de consolación o qué pedo?
No, claro que no. Lo que pasa es que desde hace un rato te estoy hablando y tú no me haces caso. Te la pasas viendo lo que hacen los demás, y a mí no me haces caso.
Ah, no mames, eso no es cierto.
Claro que sí, te la pasas viendo y bebiendo y no le haces caso a nadie.
Ok, ok, ¿qué deseas? ¿Puedo ayudarte en algo?
Sí, ¿me acompañas al baño, por favor?
Vale.

No es que me haya propuesto ligarme a alguien. La verdad es que ligar es otro ritual que me tiene hasta la madre, pero esta niña me trajo hasta aquí, me besó y ahora tiene su mano metida bajo mi pantalón, en busca de algo.

Todo esto me causa risa. Tomo la cintura de Violeta y es tan pequeña que podría quebrarse en cualquier momento. Sus brazos son débiles en extremo, parecen un par de trapos colgándole sin nada que los anime. Apenas y tiene pechos: allí hay un par de volcanes que un buen día harán erupción pero que por el momento están dormidos. Sus facciones son delicadas, suaves y los ojos son de un tono claro y profundo en el que cualquier ebrio, como yo, podría perderse. Ella me mira en forma extraña, su mirada parece querer traspasarme para ver o entender no sé qué diablos.

¿Qué? ¿Por qué me miras así?
¿Así como?
Así como pendeja.
No lo sé. Será porque lo soy.
¿Qué? ¿Una pendeja?
Sí, a lo mejor así podría explicar la razón del porqué estoy besando a un viejo ebrio y panzón como tú.

Risas. Debo admitir que su respuesta, al no esperarla, me ha dejado fulminado.

Oye, te pido un favor, dice.
¿Qué quieres?
¿Podrías callarte y darme un beso?
Ok.

Al regresar al círculo de nuestros amigos, éstos nos reciben con expresiones ridículas, del tipo uuuuhhhh, eeeeehhhh y demás mierda. Carajo, ¿qué estoy haciendo entre estos niños pendejos? Violeta ríe y su risa me provoca una sed infinita, por lo que me abalanzo sobre el vaso de Néstor. De un largo trago termino con su bebida.

Vaya que tenías sed, dice Violeta, abrazándome con un beso en la mejilla.
Oye, ¿te pido un favor?
Sí, dime.
¿Podrías ir un rato con tus amigas y dejarme solo?

La fiesta se traslada a casa de Néstor. Él escoge música que no me desagrada tanto, tal vez porque la conozco y la he escuchado desde hace años. Néstor ha dispuesto todo lo necesario para seguir la peda, colocándolo sobre un escritorio: hay tequila, refrescos, hielos, cerveza y coca. Un par de montañas de coca que semejan Alpes suizos. Al desperdigar varias líneas sobre un trozo de cristal, y después de aspirar un par de ellas, Néstor abre los brazos y me dice, pásale, por favor. Una sonrisa se instala en mi rostro y camino hacia el escritorio como un niño caminaría hacia las faldas de mamá. 

Violeta platica con su amiga. Bebe. Le ofrezco coca y camina hasta mí con una sonrisa estúpida como la que, supongo, hice yo hace un rato.

¿Es coca, verdad?
No, idiota, es talco para los pies de Néstor que estamos aspirando para probar su eficacia.

Risas de Alejandra, Minerva, Patricia, Fer, Néstor y Segio. 

¿Y cómo le hago para metérmela?

Violeta vuelve a arrancar las carcajadas de todos.

¿Nunca te has metido coca?, le pregunto.
No.
A ver. Toma, métete este tubo por la naríz… hasta adentro, güey. Ahora tápate la otra fosa. Acércate. No se te vaya a ocurrir soplar porque entonces sí la cagas. Ahora, jala, respira. Hasta adentro, güey, hasta adentro. Bien, muy bien, Violeta. ¿Cómo te sientes?

No siento nada.

De nueva cuenta, todos reímos.

Mi escritorio es más pequeño que el de Néstor pero igual sirve. He apartado la laptop para tener un margen de maniobra mayor. Algunas hojas han caído al suelo pero no importa, las piso. Néstor se portó bien conmigo: me regaló una grapa de coca para chingármela con Violeta. Y ella está acostada sobre mi cama, desnuda, mirándome divertida mientras espera una nueva sesión de sexo. Tal vez también una línea.

¿Quieres más, Violeta?
No, gracias, ya estoy hasta mi madre.
Bien, entonces espérame. Ahorita seguimos.

Doy un jalón fuerte. Siento que el polvo se confunde con un moco pero no me importa, igual me lo trago. Después de dos líneas, he terminado con la grapa.

Oye, no sabía que fueras tan atascado.
No tanto. Néstor se mete más coca que yo.
¿Sabes por qué quería estar contigo?
No, ¿por qué? Oye, ¿dónde dejaste la chela?
Está allí, abajo, a un lado del escritorio.
Ah, ya.
Me gustas porque eres muy serio aunque también eres un atascado. Siempre que te veo estás hasta tu madre, bien pedo y bien hasta arriba, pero no eres de esos güeyes que se ponen mamones o impertinentes. Tú siempre estás tranquilo, viendo a todos y pasándotela bien, por eso sabía que contigo no me aburriría ni la pasaría mal.
¿Y? ¿Te has aburrido?
No, pero hoy te veo raro. ¿Qué tienes?
No sé. Tal vez hoy no tenía tantas ganas de salir. Tal vez ya me aburrí de estar bebiendo y metiéndome coca.
Uy, pero aún así te pusiste hasta la madre y…
Oye, ¿te pido un favor?
¿Qué quieres?
¿Podrías callarte y abrir las piernas?  
No, así no.
Hazlo, maldita puta.
¡Oye! No me digas así, no me gusta.
Está bien. ¿Quieres hacer de nuevo el amor conmigo, Violeta, por favor?
Eso ya está mejor…


Dentro de la vagina de Violeta, las cosas se miran igual de absurdas que de costumbre. No importa que mientras la penetre ella sonría, haga gestos y diga que le encanta, le fascina coger conmigo. Todo esto es algo bastante aburrido por predecible, pero tampoco tengo una solución, carezco de alternativas para una nueva vida. Lo único que me queda por hacer es venirme, pues entonces me entrará una pereza infinita y podré dormir. Y aunque la niña parece tener cuerda para un rato más, sé que al final de cuentas también se cansará y dormirá. Después de todo, el cansancio termina por llegar a todos, eso también es algo seguro. 

por pequeñobastardo

No hay comentarios:

Publicar un comentario