24.4.15

Erotismo y sujeción. La ficción de Erógenes como terceridad


(…) del esperma astrológico que gira dentro de la cerviz de las criaturas, del remolino de los astros entrañados, empezó a caer semen, semillas, piedras (…)

Mario González Suárez (en “La sombra del sol”, 2006: 86)



Introducción

Esta es la aproximación a un análisis del erotismo literario y la sujeción de las pasiones ‘terciarias’, comúnmente enmascaradas, mediadoras o intermediarias de los mecanismos de sentido. A partir de la categorización que Peirce hace sobre los modos de aprehensión de la realidad, nos aventuramos a discutir la terceridad como un puente para comprender otras categorías como la de 'tercero incluido' de B. Nicolescu, que desde el pensamiento complejo invita a revisar las implicaciones de la lógica clásica de lo binario. De este modo, pretendemos explorar algunos planteamientos cruzados, desde los que podemos encontrar paralelismos en el análisis o paradojas controvertidas, para aproximarnos al escenario de la creación literaria.


Así mismo, sostenemos y agregamos que esta discusión sobre las posibles transgresiones literarias puede llevarse a cabo a partir del recurso de la ficción. Es así como sugeriremos la creación de una ficción (que quedará pospuesta): engendramos la ficción de Erógenes como terceridad, utilizando este término para considerar cómo se reproducen prácticas que vinculan lo erótico y lo genético, y funcionan como mecanismos de sentido que perpetúan la dominación y se hacen presentes de una u otra manera en la literatura contemporánea. Desde las posibilidades del erotismo en una condición subjetiva dominada, el sujeto y el objeto sexual son analizados (ante la terceridad) bajo las pautas de la prohibición y la transgresión. La seducción, por su parte, constituye un encuentro para pensar en los actos prohibidos y en nuevas formas de reconocer al ‘otro’ en la literatura, como opuestos reconciliables. Pretendemos, a la larga, desvanecer lógicas o ‘texturas’ del erotismo literario y sus formas de sujeción.


Entendemos la terceridad como soporte de mediación: filtro que esconde una serie de prohibidos (inagotables). Las vías para explorar este escenario son tres: [1] Los textos (en un sentido general): partimos de la plataforma conceptual de: el erotismo, la sujeción (dominación, anulación y exclusión); sugiero para ello abordar la categoría de terceridad, para empezar. [2] La ficción: Intertextualidad o transtextualidad de dos narrativas contemporáneas desde la construcción y deconstrucción sujeta a una serie de voces llamadas Erógenes. [3] Detenernos, rápidamente, en la realidad paradójica del tercero incluido.

I. Textos. Narrativas exo-eróticas: al exterior del erotismo y al interior de la obra


Foucault trató a la Erótica, ya, como un ‘arte reflexionado del amor’, que está vinculado, por supuesto, a una moral de los placeres y a una serie de austeridades, prohibiciones que nos hablan de dos ámbitos, parecería que siempre opuestos: alma-cuerpo, interior-exterior, mujer-hombre, crudo-cocido, entre muchas más notaciones, de las que estoy seleccionando arbitrariamente, y en desorden, algunas.

Otra vez los opuestos, que también Bourdieu señaló como ese trabajo de eternización o naturalización de la subordinación, derivado de aquellos procesos que han transformado la historia en naturaleza, al tiempo que imponen una percepción de la arbitrariedad cultural como natural (Bourdieu 1998). En otras palabras, sostiene el propio Bourdieu, “los géneros en cuanto hábitos sexuados” son el “fundamento natural de la división arbitraria que está en el principio tanto de la realidad como de la representación de la realidad que se impone” a nuestra percepción. 
 

La crítica a la sujeción (dominación, sumisión o aniquilación del sujeto) sugerida en el fondo de aquel esquema de oposiciones (de Bourdieu y, desde otros matices, de una serie de autores) nos coloca en la paradoja real de más de dos niveles, estados, condiciones o dimensiones de existencia. 
 

El éxodo como un viaje hacia fuera justifica traer al contexto del erotismo y la sujeción las discusiones en torno a una mediación en la condición dominada (o sujeta) que emerge con sólidas o potenciales posibilidades de crear alternativas o vías terciarias de de-dominación o deconstrucción de la dominación; lo cual ilumina otros escenarios de explotación, que lamentablemente no podemos discutir en este espacio, pero que se extienden, por ejemplo, a los tercermundismos a los que nos han (y nos hemos) sometido.


La terceridad tiene como clave el tiempo. Es así como estos modos de aprehensión de la realidad que propone Peirce pueden ser revisados como conceptos vinculados a la temporalidad. La primeridad modela la independencia transitoria. La segundidad, la dependencia transitoria. Desde el planteameinto de Peirce, la terceridad es, por un lado, la propia primeridad, es decir, la independencia con respecto a las sujeciones o a los particulares determinados (partículas del mundo, detalles, abstracciones o rasgos abstractos de los eventos o de los fenómenos). La primeridad: analítica, fragmentaria, pero al mismo tiempo desordenada, deductiva y especulativa (desmembrante o desmenuzada). Pero es la terceridad, también o por otro lado, la segundidad, es decir, la dependencia a los lineamientos más o menos generales, a las leyes, a las normas, a la conciencia y a sus formaciones. La segundidad: sintética, tendiente a generalizar, titular, condensar, pero también a trascender; inductiva, persuasiva y hasta estimulante o reaccionaria.


Según Walton (2010), la filosofía del proceso sostiene que un nexo de entidades actuales, es decir, una sociedad, exhibe un orden cuando está dominado por un conjunto de características generales. El orden es social, dado que se encarna y se hereda. Ahora, cuando se habla de herencia (de carne, cuerpo, hasta de estructura) suponemos presencia genética. Estamos hablando de una genética a la que ya no le tenemos miedo (por lo menos teóricamente): una genética cultural. El orden social se propaga genéticamente dado que implica una naturaleza cultural, no una historia naturalizada ni una cultura natural, implica colectividades “antecedentes y subsecuentes” (pasado y futuro desde el esquema occidental). Walton (2010: web) las denomina entidades antecedentes y subsecuentes.


Pero tal como ha retomado el ‘pensamiento complejo’, lo común surge o está presente en cada miembro, se impone como una forma. Herencia o derivación genética (cultural) que nos enlaza o sujeta con otros miembros de comunidad.


Las categorías de Peirce hablan de los modos de prehensión y aprehensión de la realidad: de los fenómenos. En el ámbito inmenso de la comunicación, explican modos o aspectos de sujeción (comprehensión) del discurso o de las prácticas semiótico-discursivas, y lo que permiten o generan estas categorías es un entorno demarcado, delimitado pero transgresor de lo temporal. Presente (intemporal, preverbal, ambiguo: primeridad) que se ve envuelto, incluido en el pasado, es decir, se desvanece rápidamente; un pasado que por su misma inclusión permanente del presente es estrictamente discontinuo, sólo a partir del nombre o al nombrarlo tiene sentido su continuidad y se sitúa en un espacio y un tiempo determinados, concretos. Quien media entre estos dos modos de sujeción o de ser sujeto es el porvenir, regido por ‘normas’, reglas, quizá podemos decir ‘leyes’, como se ha sugerido a partir de la lectura de Peirce, materializadas en las propias prácticas. Esa es la terceridad: realidad inmediata que se transforma en posibilidad -práctica- condicionada. Presente regido por el pasado, por la herencia y la memoria, disparado y plasmado en ‘nuevos presentes’. 
 

En otras palabras, la primeridad, como un arma, carga lo que trae, es decir, el pasado, dispara, se vuelve inmediatamente segundidad, la que ya incluye una serie de primeridades (historias), y genera (desde la primeridad) ‘posibles’. En esa lógica, el pasado es particular, sin embargo, el presente y el futuro (que en realidad están, uno, aparentemente al principio, el arranque, y, el otro, al final: insospechable) son categorías de lo general, sostiene el planteamiento de Peirce. El presente, del orden de lo posible, de la indistinción, de la vaguedad; el futuro (la terceridad), del orden de la predicción, de lo imposible, donde domina y se sitúa lo continuo, donde se habla de la síntesis, lo necesario, la ley; que para Peirce es: "…la manera en que un futuro sin fin debe continuar siendo".


La terceridad es la categoría de la cultura, del lenguaje, de la representación, de los signos, del proceso semiótico, de los hábitos, de las convenciones, en suma, del orden simbólico (Walton 2010: web).

II. Ficción. Erógenes como terceridad


Apostamos a que la transgresión 'literaria' (o la transformación de la literatura) debe llevarse a cabo desde el recurso de la ficción. Es así como engendramos una ficción, la de Erógenes como terceridad (dividido en dos personajes: Ero y Genes). Como hemos dicho, Peirce utiliza este término para considerar cómo se engendran mecanismos de sentido.


La terceridad se piensa en este contexto como un enmascaramiento (disimulo, ocultación, disfraz, emboscada, pero también protección y cobijo: posibilidades abiertas). Si hablamos, en este contexto, de 'pasiones terciarias' y reconocemos la mediación o intermediación de 'esos' mecanismos de sentido, podemos discutir la terceridad como puente para comprender otras categorías, como hemos dicho antes.


Tengo que recortar la ficción que acompaña este ensayo por lo tiempos de exposición (y por la incompletud de la misma), pero les cuento que es un ejercicio de intertextualidad en el que el personaje es una serie de voces que intercalan la posición de Ero (sujeto o “hijo de la mente y el sexo”, en palabras de Morin, perturbados mutuamente), con la voz o posición de Genes (origen del alegato, del ruido, de las polémicas al interior de esta ficción y personaje que metafóricamente apuesta a la herencia y al principio de creación). La voz unida es la terceridad: Erógenes, que interviene sugiriendo y haciendo pausas. Y los pretextos son los cuentos de las dos escritoras que elegí o seleccioné como narrativa exo-erótica.

III. El tercero incluido. Transformación y paradoja


Por qué avanzar con la idea de ‘tercero incluido’, porque ésta nos permite hacer referencia a una realidad que incluye la dualidad y la oposición de ‘coordenadas’ espacio-temporales en una condición concreta del universo de eventos posibles. La ficción como universo posible amerita un salto (cualitativo) a niveles de realidad que superen las oposiciones antagónicas, abundantes en el esquema occidental con que se piensa la realidad: mujer-hombre, por ejemplo, y permitan salir del círculo auto-destructivo al que nos somete ‘un único nivel de Realidad’. Sin embargo, la ficción literaria no es la única herramienta para cuestionar epistemologías, aunque en ocasiones parece un sendero permisivo, siempre resultará escaso si no discute con otras realidades, en concreto y ahora, con una realidad de diálogo transdisciplinario. En este ejercicio de reflexión, avanzamos en dos vías, en síntesis:


  • Sugerimos que la terceridad, en el contexto de las pasiones, media, resiste y representa, con todo y sus contradicciones, la sujeción de la realidad y los mecanismos de sentido; permitiría entender cómo nos norma el tiempo, la memoria, la genética cultural y el porvenir.
  • Apostamos a la ficción como recurso dialógico para considerar cómo se reproducen prácticas que vinculan lo erótico y lo genético y funcionan como mecanismos de sentido que perpetúan la dominación y se hacen presentes de una u otra manera en la literatura contemporánea.


Para pensar en el ‘tercero incluido’ se partió de una exclusión en la que los escenarios o dimensiones de la realidad (que hemos fragmentado desde que le otorgamos todo el poder a la lógica analítico-deductiva: razón, método) anularon la posibilidad de pensar en más de dos, en ese sentido de la oposición binaria que ha marcado más que un paradigma, más que una forma de mirar el mundo, ha determinado y minado las prácticas humanas. 
 

Basarab Nicolescu sostiene:


(…) nuestros hábitos mentales, científicos o no, son aún gobernados por la lógica clásica que no tolera las contradicciones. La que se fundamenta en tres axiomas: [1] El axioma de identidad: A es A. [2] El axioma de no-contradicción: A no es no-A. [3] El axioma del tercero excluido: No existe un tercer término T ("T" de "tercero") que sea a la vez A y no-A. [La lógica del tercero incluido es el corazón de la cuántica].


A esto se suma, para quienes hemos podido husmear en esta lógica, la noción de niveles de realidad que introduce la posibilidad de pensar en distintos niveles de percepción. 
 

Lo que es trascendente para esta aproximación, para este ensayo, es proponer una realidad en la que aparezca unido lo desunido, y no contradictorio lo que parece contradictorio. Romper con el antagonismo y asumir complementarios los distintos niveles de realidad, en diálogo (para la visión transdisciplinaria) siempre recursivo.


Si consideramos una lógica epistémica abierta, como debiera pensarse cualquier epistemología, para con ello pluralizar en torno a las posibilidades infinitas del conocimiento, entonces, en la esfera socio-cultural (religiosa, política, económica) la exclusión se convierte en inclusión: cristaliza un proceso integrador, en el que (sostienen los autores de la complejidad, Nicolescu en particular, 2002) se cruzan dos niveles de realidad (y/o de percepción), que crean un tercero. Así es como el universo se vuelve más coherente: hay y no hay, existe y no existe.


El uso del tercero incluido es un proceso transformativo. [Pero para ello] el tercero incluido [debe dejar] de ser una herramienta lógica abstracta y convertirse en una realidad viviente, tocando todas las dimensiones de nuestro ser. Este hecho es particularmente importante en la educación y el aprendizaje (Nicolescu 2002).


¿Por qué no habría de serlo en los coloquios y, por supuesto, en todas las actuales disciplinas, incluyendo la literatura?

por Rebeca Mariana Velasco Ortiz 

Texto leído en el "Primer Coloquio Sexualidades Prohibidas", el 26 de marzo de 2015, en la ENAH.

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