Agradecí
ser un arrastrado, y no tener reparos para rogar su perdón, al momento de
acariciar sus nalgas.
Bendije
no poseer ni un gramo de autoestima al tiempo de recorrer su cintura con mi
lengua.
Consagré
los fluidos de su vagina vacilante al escurrir sobre mi verga en abandono.
Y
al escuchar nuestros gemidos, di gracias a Dios por regresármela después de dos
meses de no saber de ella…
Sólo
que, en ese momento, recordé…
“Mayra
no fue a la fiesta de Puzcat.
¿O
sí?
Pero, entonces…
¿Con
quién estoy expulsando este puto aaaaaaagggggghhhhhhh que me está llevando
hasta la locura y la muerte?”
(Fin del monólogo interior).
Eyaculación
total.
Abandono
del yo inmediato.
***********
Tanto
ajo hace daño
PERSONAJES:
Javi (ex novio de Mayra)
Manfredi (amigo de Javi)
Acto
primero
Sala de un departamento con piso laminado. Sobre dos
sillones, Javi y Manfredi beben cerveza. Escuchan música reproducida por un iPhone
que permanece sobre una mesa de cristal. Una puerta, a la derecha, permanece
cerrada. A la izquierda, en una habitación escasamente iluminada, se mira la
silueta de una mujer que va de un lado a otro.
Manfredi—
(Observando hacia la habitación semi oscura.)
¿Y esta vieja, de dónde la sacaste?
Javi— (Mirando hacia la misma dirección.) No sé,
güey. Cuando desperté, ya estaba en la cama.
Manfredi—
(Viendo alternativamente hacia Javi y la
habitación.) No mames.
Javi— (Concentrándose en su cerveza.) Neta,
güey.
Manfredi—
(Tocándose la verga.) Puta, pues está
buena.
Javi— (Sonriente.) Hey. Y coge rico.
Manfredi—
(Dejando de mirar hacia la habitación.
Tomando cerveza. Concentrándose en la plática.) Me imagino. Es de esas
flaquitas que se estiran como faquires, ¿no, güey?
Javi— Hey. Y su
cuerpo se tensa y se hace rígido y es como un árbol en el que te recargas para
descansar y después darle, hasta tumbarlo.
Manfredi—
Uff, me imagino… Pero, oye, cabrón… se me hace conocida, ¿no es la vieja del
Tatanka?
Javi— No…O no sé… ¿No
te digo que no sé quién es? Nada más apareció en la mañana, en mi cama, al lado
de mí.
Manfredi—
No mames.
Javi— Neta.
Manfredi—
¿No te la trajiste de la fiesta?
Javi— Eso pensé… Al cogérmela,
pensé que era Mayra, pero ya después me di cuenta de que no.
Manfredi—
¿Mayra? No mames, ¿cómo comparas a esta vieja con la Mayra si tu ex vieja está
bien chichona y esta vieja no tiene bolsas de aire frontales? (Se lleva las manos al frente, simulando
sostener unos pechos inexistentes.)
Javi— (Enojado.) Para, para… No te pases de
verga, pendejo.
Manfredi—
(Conciliador) Digo, sin ofender, mi
carnal… O sea… A lo que voy es que esta vieja no puede compararse con Mayra
pues está flaca, tiene buen culo…
Javi— (Exasperado.) ¿Otra vez?
Manfredi—
Ooohhh, déjame terminar, cabrón. Me refiero a que esta vieja está flaca, tiene
el pelo negro, tiene un culo más chiquito pero más redondo que el de tu vieja,
es más blanca que mi leche y aparte es bien callada. Ni siquiera me saludó
cuando entré.
Javi— Pues a mí
tampoco me ha hablado. Después de coger, sólo se levantó a mear, se comió unas
manzanas que había en el refri y me hizo un sándwich. Me la volvió a mamar y
cuando llegaste tú, te abrió y luego se metió a bañar. Y ahora, mírala en la
recámara, ni se digna a venir con nosotros.
Manfredi—
Puta… neta se me hace conocida, pero no sé de dónde… Oye, ya que no es tu
vieja, ¿dame chance de cogérmela, no?
Javi— (Bebiendo.) Pues vas… si tú quieres y
ella se deja…
Manfredi—
(Levantándose en el acto del sillón.
Caminando sonriente hacia la habitación.) ¡Vientos, carnal! Te acabas de
ganar unos ajos… Nada más deja que salga: te voy a aceitar con coco, mi rey, vas
a ver.
Javi— Pues vas, mi
cocol…
Manfredi—
Ya te enterraron, panteón. (Entra a la
recámara.)
****
El
pendejo del Manfredi salió corriendo y gritando: ¡ES P J HARVEY!
Azotó
la puerta y se fue, vociferando todavía por el pasillo y al bajar las
escaleras.
Al
principio, Javi no entendió.
Sólo
atinó a caminar hacia la recámara.
Allí
vio a la mujer, sentada sobre la cama. Con una guitarra sobre las piernas. Desnuda.
El cabello negro le caía sobre una de sus mejillas. Tenía las uñas largas y de
color violeta. Los labios de la vagina eran del mismo tono que los del rostro:
rosados. Semi rojizos. Javi se acercó para sentarse sobre la misma cama. Ella
comenzó a rasgar algunos acordes. Inmediatamente identificó “This Mess We´re
In”, pues era la canción que siempre le gustó a Mayra; tanto, como para pedirle
que la entonara con ella.
Pero
Javi nunca aprendió a cantar con Mayra.
En
general: Javi nunca pudo entenderse con Mayra.
Y
eso, aunque lo niegue, todavía le duele y lo saca de pedo. Sobre todo eso: lo
saca de pedo.
******
Están
allí y no sabe cómo correrlos. Sabe que el hijo de puta del Manfredi les llamó.
Seguramente les dijo, “güey, no mames, en casa del naco del Javi está P J
Harvey” y en chinga todos se dejaron venir…
Bueno,
no en chinga.
Fueron
llegando de a uno.
O
mejor dicho: primero llegó el sinquehacer del Duende y luego, cuando ese güey
decretó que sí había un parecido entre P J Harvey y la nueva vieja del naco del
Javi, entonces comenzaron a caerle en racimos: de tres en tres, de cinco en
cinco y hasta de siete en un chingo.
Por
eso su casa está atestada.
Lo
que más le caga es que llamaron al PittMechas, y eso significa que ya valió
madres. Ese cabrón seguro le bajará a su nueva vieja así nomás: porque quiere,
por deporte, tal y como le bajó a Mayra…
Por
eso no le extraña verlo pegado a P J Harvey. Lo que sí es raro es que ella no
lo pele ni tome en cuenta a ninguno de esos pendejos y que, incluso, siga desnuda
en medio de la peda. Será por su influencia o porque los aceites resbalan la
conciencia y la ropa, en fin, será el sereno: pero la mayoría ha decidido
encuerarse. Aunque él no. Él permanece vestido y acurrucado en un rincón de su propia casa,
sosteniendo un vaso con Tonayan.
Chale,
Tonayan. Esa mierda…
Y
eso, además de mota y unos aceites, es lo que ha estado metiéndose desde que
llegaron los que ahora se han ido. Porque sí: resulta que en un abrir y cerrar
de ojos, todos se han ido.
(¿Ah,
chingá, todos?
Si,
cabrón, todos. Y si no crees, compruébalo por ti mismo).
Javi
camina hacia la puerta cerrada.
La
abre: no hay nadie en la cocina.
Anda,
trastabillando y con un chingo de pedos, a la recámara.
Nadie
está allí.
Camina
hacia el fondo de la habitación, con dirección al baño.
Nadie.
Va
hacia la sala.
Mira
atrás y debajo de los sillones.
Se
mete entre las sillas y bajo la mesa de cristal.
Corre
hacia las ventanas. Las abre.
¡Carajo,
nadie!
Mira
la calle.
Voltea
al cielo.
Ausencia
total.
Siente
el abandono de inmediato.
*********
Acto
segundo
Misma
sala y mobiliario del acto primero. Javi está sobre un sillón, hablando desde
su iPhone. Bebe algo de un vaso de plástico.
Voz de Manfredi—
¿Qué pedo, Javi?
Javi— (Inquieto sobre el sillón) ¿Qué pedo,
pinche Manfredi, por qué te fuiste?
Voz de Manfredi—
¿De dónde, cabrón?
Javi—De mi casa,
güey.
Voz de Manfredi—
¿De tu casa? Yo no fui a tu casa.
Javi— (Perdiendo la paciencia) No te hagas
pendejo… Y no sólo te fuiste tú, sino también te llevaste a P J Harvey.
Voz de Manfredi—
(Sonriente) Ora esa mamada… ¿Cuál P J
Harvey? No mames, güey, ahora sí te pusiste hasta el pito.
Javi— (Gritando y agitando el vaso de plástico)
¿Vas a negar que te quisiste coger a P J Harvey y te saliste en chinga de mi
casa y le hablaste a todos para que le cayeran y se encueraran y se pusieran
hasta la madre y luego me dejaran dormido y todos se fueran a la verga
dejándome solo?
Voz de Manfredi—
(Sarcástica) Sí, carnal, lo voy a
negar porque eso no pasó. Neta, cabrón: ya te está haciendo daño tanto ajo.
Mejor háblale a Mayra para contarle tus mamadas, porque yo no estoy para tus
debrayes. Pero eso sí, a ver si el Pittmechas te la pasa porque se la ha de
estar cogiendo bien rico, cabrón, jajajajaja.
Javi— ……..............
TELÓN
*********
La
ciudad oscurece sobre mí.
La
tarde apuñala el día y por ello el cielo se tiñe de rojo.
Gradualmente,
el color rojizo cambia por un tono morado que me hace mirar un hematoma.
Un
hematoma en una pinche pierna gangrenada.
¿O
es un cadáver?
Y
allí está: la idea llegó por sí sola, no necesité invocarla…
Así
que ahora pienso en la muerte.
Inevitablemente
pienso en ella, mientras la ciudad oscurece sobre mí.
De
lejos, escucho la voz de Mayra ¿o de P J Harvey? Cantando “This Mess We’re In”.
En
ese momento, alguien toca la puerta.
Pienso:
puede ser Mayra.
Aunque
también podría ser P J Harvey.
Pero
no debo descartar la idea de La Muerte.
Es
probable, incluso, que en el umbral se encuentre La Locura.
Todas
esas posibilidades están allí, latentes. Palpitantes. Dentro de mí.
Sin
duda, la oscuridad cae, lentamente, sobre mí.
Y
me preguntó: ¿debería abrir?
por pequeño bastardo
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