Desde
su oficina, escribió: “que te vaya bien en la marcha, que consigas algo…”
Esos
tres puntos me exasperaron. Quise responderle que era un pendejo al pretender
medir el alcance de una protesta a partir de resultados concretos; sin embargo,
entendí su criterio práctico, no por nada el imbécil es un gerente de tienda
cuyo sueldo está sujeto a incentivos. Como perro de Pavlov, y como millones de
sumisos perros en este pueblo llamado México, ese cabrón está condicionado a un
raquítico salario, que se contrae o se estira con base en criterios de puntualidad
o productividad; de allí que, aplicando esa jodida lógica de mercado, escribiera
en el whatsApp: “que te vaya bien en
la marcha, que consigas algo…”
Encabronada
como estaba, decidí salir de su departamento, no sin antes esculcar en los
bolsillos de sus sacos, chamarras y pantalones. Una mierda: sólo encontré
tickets del Oxxo y propaganda chapucera del Corona Fest. Por eso me llevé su
computadora personal, la misma que ahora estoy donando al contingente que
partirá a Ayotzinapa: sin duda, este equipo estará mejor en manos de un normalista
que en manos de ese güey que sólo lo ocupa para ligarse a pendejas en el Facebook o para conectarse a Twitter a escribir mamadas del tipo: “lo
mejor de ti emerge cuando decides ser” u “hoy es un gran día porque amanecí
erecto: de alma, de corazón, de espíritu”. Pobre pendejo.
En
la marcha encontré dignidad, la misma que jamás tendrás tú, Chema, pues te
arrastras ante tus jefes como un miserable gusano por un mejor puesto. Dignidad
como la de Axayácatl Tépox, quien con su porte tolteca y su voz estentórea de
danzante azteca me embelesó desde el primer momento. Axayácatl grita como
águila, como guerrero jaguar al momento de marchar y ahora mismo que me está
ensartando garras y verga en esta habitación del Hotel Isabel.
Ah,
qué placer. Qué rotundo y contundente placer fue caminar y ahora coger con
Axayácatl. Algo tiene esta raza de bronce que aterriza voces milenarias de ira
y resentimiento las cuales, en tan sólo un momento, pueden transformarse hasta
convertirse en flor y canto sinestésico, de gozo y desborde erótico. Nada
comparado contigo, Chema, pues tú eres monotemático, monocromático, de un
capitalismo monopólico que no da sin antes hacer un balance sobre riesgos y
costos. ¿Te he dicho que eres un jodido cerdo capitalista?
Axayácatl
me mira. De cerca me mira, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope,
a la serpiente emplumada y al manatí pues retozamos entre sábanas rasposas,
lijosas como sus manos, como su piel tostada, como los vellos de su rostro que
jamás trocarán en barba pues Axayácatl es un indio lampiño y no un jodido hipster como tú, que se deja la barba
sólo porque en un video avant gard vio
que algunos snobs del Soho han decidido dejársela y como eres
un pendejo y un borrego haces lo mismo. ¿Sabes qué, Chema? En el fondo eres un
pinche naco inseguro, que bajo su barba y sus sacos esconde un complejo de
inferioridad peor que el que diagnosticó Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México a la raza de Axayácatl,
quien demuestra que Ramos estaba equivocado, pues él para nada es inseguro, al
contrario, sabe lo que quiere: quiere encontrar vivas a 43 personas que el
Estado secuestró y posiblemente asesinó y no pretende, como tú, mejorar su
autoestima a partir de la compra de un IPhone 6 a plazos, a crédito, porque las
migajas que te dan tus jefes no te alcanzan para hacer compras al contado. ¿Lo
ves? ¿Alcanzas a ver que también eres un miserable? En general eres un imbécil
que sólo en algo ha tenido razón, Chema: efectivamente, encontré algo en la
marcha. Se llama Axayácatl Tépox, por si te interesa saberlo.
Pendejo.
por
Ivonne Valdemar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario