Entonces desperté sobre una superficie áspera y fría. 
Era la tierra en donde ya no resonaban tus pasos.
Me levanté y vi venir una bruma que entintaba grisácea toda viveza.
                                         Corrí y me perseguía. 
Estaba por desfallecer.
El miedo crecía cada vez más,
pues aquella bruma estaba conformada por todo lo temido en este orbe:
tu ausencia,
tu rapto, 
tu posible muerte. 
Luché, luché por escabullirme. 
Un torbellino
                     intervino 
                                      dándome un soplo de esperanza. 
Efímero fue el momento. 
Suponiéndolo mi salvador
                                          
terminó hundiéndome en un abismo
en el que tú y yo no estaremos juntos jamás.
por Paola Canales 
 
 
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