Comenzaré
con la misma cuestión con la que cerraré, lo anticipo y lo
confieso, ya que es probable que haya empezado a escribir este
comentario con un ánimo de conclusión, sello reflexivo de mi
lectura. También es probable que esté tan influenciada por el
texto, que afecte. El asunto es lo contemporáneo. Si ellos, los
contemporáneos, hacen uso del recurso pre-práctico de la
intertextualidad –que ahora surge como irremediable y originario:
¿cómo es posible que no pudiera ‘verse’ antes?– estoy
intimada a enunciarla y usarla. A sugerencia de Jorge Cuesta (autor
del epígrafe con el que inicia Un nuevo modo), la
originalidad y los puentes –aquellos puentes ‘propios’ que cada
artista usa para comunicarse con la vida– constituyen dos
formas de poseer. Lo actual, lo nuevo: la contemporaneidad se posee,
se inventa y, por supuesto, se reinventa. Han dicho ya, es efímera,
inalcanzable. Es así como ya no quedan fronteras, por lo menos en el
tiempo: yo soy y ya no soy contemporaneidad; somos textos
desbordados: intextos.
Desde
una dimensión histórica que reconoce imperiosamente las tendencias
y posicionamientos que ‘nos’ sujetan a las prácticas (todas
ellas: semiótico-discursivas), lo contemporáneo en el quehacer
literario mexicano se valida en la lucha y el encuentro con formas
nuevas de pensar y reconocer la literatura. La tentación a
canonizar, dicen mis contemporáneos, es más congénita que
habitual. La tendencia por seleccionar ‘favoritos’ es seductora
más que activista. Quien se anima a ‘armar’ una antología ha
superado la marcha social. Y así es como Saldaña reconoce “un
camino heterodoxo” para la selección.
Un
nuevo modo lo es y no lo es. Es una antología de autores por
gusto. Acaso una antología, una selección bajo el criterio que sea,
dejará de ser en algún momento algo distinto a la apuesta por el
gusto que puede constituirse canon en potencia. Pues, qué es el
canon sin anticipos ni elecciones. Qué es sino tendencia y actitud
degustativa. Tal como aquella crítica contra-corriente sugiere (a
pesar de la corriente y a su mismo ritmo) el canon es puente móvil e
hipermóvil de nuestras trascendencias. En este tenor todo funciona
como ‘nuevos modos’.
Ahora,
cuando uno intenta conocer la ‘nueva literatura’ se encuentra con
estas maravillas. Textos que discuten modos: cortesías, géneros,
generaciones, tradiciones y distintas urbanidades, enredadas todas;
narrativas hiperbólicas. Expliquémonos: narrativas amplificadas,
hinchadas hasta las venas de la piel varicosa, de los cuerpos viejos,
viciosos, decaídos, susurrantes, desganados, remilgosos, también
quejumbrosos, trágicos, enredados, como hemos dicho, invadidos y
ofendidos – agregamos: discriminados, vendidos, punzados, absurdos,
cuerpos insatisfechos, endiablados, vacíos, sin alma, y además
chismosos, murmurantes, ajenos, triviales y cómicos, purgantes y
laxos, vagos, anulados y muertos: cuerpos cedidos. La selección de
relatos abre abanicos distintos para merodear por temas postergados a
la contemporaneidad. Ahora pre-textos para los nuevos ‘nuevos’
modos que siempre suplirán, mejor dicho, suplicarán reconocimiento
de los otros.
Diez autores pagan la enmienda abriendo ese sin fin de
modos para poseer la originalidad y establecer puentes entre lo
contemporáneo y lo textual. Con “Ricarda”, se anuncian los
modos… Después, Romero en “Por el poder investido en mí”,
transita y marcha a la vida frustrada de un viejo ligador
que pacta con el fracaso. También, fiel al protagonismo, “M.L.
Estefanía” se mueve entre el fraude y la transparencia a
destiempo de la culpa camaleónica de nuestros vicios. Sigo
leyendo y, entre los autores y sus nombres, los sin-nombres aparecen
diluidos en el texto: narrando, postergando su historia. Con “El
mal de Satie”, participa la recaída junto con un desgano
sugerido de sinestesia con el texto: policronía y polifonía o
desdicha de las entrevistas a ‘autores’: quienes nada tienen que
decir sobre su obra. “Fotismos”, expone la magia de la
estafa o el enredo de una tragedia mística. En la “Historia”,
se puntualiza la esfera de las invasiones, desviando la mirada
para reconocer la ofensa primaria de nuestra raza: el auto-discrimino
y la felación que vende los colores de la piel. La piel, otra
vez expuesta, y sin condición alguna. Es en “La condición
posnorteña” donde punzan los lenguajes y expresiones pos
norteños para vagar en terrenos del diablo y ridiculizar
los aferres de un consumo ‘bíblico’: ironía del que desea,
nuevamente, una piel extinta a causa del préstamo de almas. Con
“Fictio Legis”, en un vacío lleno de sentido, cotidiano, el
viaje en avión se convierte en despedida y vida, relato y amnistía,
azuzo murmurante de la plática ajena en la que se destejen las horas
intrusas y la trivialidad. Con “La pierna era nuestro altar”,
vagamos en un cómico suceso de apego a los espacios y enredo
catártico, purgante, laxante, con la vaguedad de nebulosas charcas
que insinúa la ritualidad sin compromiso junto con el ligazón de
sentidos: olor y sonido, sentimientos. Con “Parece una
tontería”, tanteamos en el reparo intenso de un escritor que
dentro de una historia elabora la aproximación vedada a la muerte de
un niño, desde el niño anulado de Carver, desde su niña, desde un
niño ajeno). Los autores… Lo de menos. Estos son nuevos modos.
Un
libro titulado Un nuevo modo parece caer en la trampa
de lo contemporáneo que pos-pone la crítica pero anticipa su
cuestionamiento acertado en un ‘nuevo mondo’: pelado, desnudo,
como deben ser los nuevos mundos. Entonces, encontramos paradójica
la apuesta. La antología se antoja inmediata y sincrónica pero es
obvio que así debe parecer a nuestra generación: a modo
contemporáneo, insisto. Qué tan actual llegará a ser un libro como
este cuando la ‘nueva’ literatura–narrativa se reinventa a cada
instante, se rediseña, se niega y se reproduce. Por tanto, el embate
de lo recientísimo ya está subsumido para siempre en una apuesta
por nombrar y desintegrar lo nuevo, lo actual, lo contemporáneo. Con
ese ánimo de conclusión con el que inicié, se mueve, pulsa y
texturiza la originalidad, la historia, los tiempos y los sujetos.
Un nuevo modo. Antología de narrativa mexicana actual. Selección y prólogo de Daniel Saldaña París. México, UNAM-Coordinación de Difusión Cultural-Dirección de Literatura, 2012. 137 págs.
por Rebeca Velasco
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