“Nunca
me han gustado los espejos, cuando me dirijo a ellos es rayando entre
la intimidad y el atrevimiento”.
Escuchado
en algún lugar
Llevo
en el aliento un remolino de ásperas moscas,
zigzagueando
a cada respiro,
mitigándome
el dolor de frustración
para
no dar deleite a la explicación,
y
tratar de aparentar carencia al desconcierto.
Llevo
en el pecho un jodido aditamento
que
es largo y aprendido
remolino
de ansiedades,
aventándolo
a los optimistas
e
Ilustres cargados de triunfos
deseando
guardar…
lujo
y serenidad al aborrecimiento.
Llevo
en el espejo una mirada triste
que
en cada atardecer me avecina
el
sinsabor de los recuerdos
titiritando
el tempo que nunca he de tener y…
nunca
tuve.
Traigo
un sinnúmero de infelices asuntos
que
no he logrado concluir;
energía
aperréeme de un incoloro
que
adormece la esperanza.
He
estado recordando la relación entre los platónicos, los Alegiris y
los Eliots que no paran de adormecer y aniquilar el apeste al que me
aferro.
por Jaime Martínez
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