[ Dos
capacidades de las que son portadoras nuestros sentidos: la percepción y la sensación.
Inspirado en: Rolnik (2007)[1] ]
En el acto de lectura:
La vista
atiende, descifra, traduce y representa (percibe); después, entiende, comprende
(siente) y reflexiona, probablemente para desatarnos: para permitirnos pensar.
Miramos el texto.
El oído nos
proporciona resonancias (percibe), nos devuelve imágenes y se convierte en una
voz con muchos ecos que después susurra ruidos estruendosos (siente), voraces,
quizá poderosos: inspira. Esas voces resuenan: silbamos el texto y nos cimbra,
nos vibra. / Así es como pulsa.
El tacto
parece fuera de lugar, irrumpe la lectura, penetra pausando y acompasando, hoja
con hoja, párrafo por párrafo, intervalo tras intervalo, deteniendo la
extensión y la fluidez (percibe), pero es así como palpa y atrapa (siente), de
él depende si nos quedamos o no. El tacto enjuicia súbitamente al texto.
El gusto
podría considerarse la trampa fulminante, el regocijo, la red que garantiza
permanecer en el texto, pero ése es otro gusto más extenso, más completo y
complejo (socio-cultural [v. Bourdieu
1984: La distinción]). El saboreo o
degustamiento también establece pausas, cronometrando las sutilezas, los
enfados, la sorpresa y los disgustos (percibe), se pasa entre labios las
palabras y traga saliva mientras digerimos (siente). Por supuesto que
paladeamos el texto. / Quizá entonces detecta:
El olfato,
aunque todo el tiempo estuvo husmeando (percepción): olfateando nos aproximamos
a inhalar lo que quiere decirnos el texto, por pura intuición (sensación). El
texto huele y lo que olemos hurga (remueve: tienta, palpa, tantea, toca e
incita): nos convierte en lectores vivos respirando texto.
El orden de los sentidos es indeterminado; sólo una sugerencia [Rolnik 2007: web]. En conclusión, reconocemos que nuestros cinco sentidos dificultan, obstruyen la lectura: traban, estorban e interrumpen el encuentro con los textos, pero son la única vía.
El orden de los sentidos es indeterminado; sólo una sugerencia [Rolnik 2007: web]. En conclusión, reconocemos que nuestros cinco sentidos dificultan, obstruyen la lectura: traban, estorban e interrumpen el encuentro con los textos, pero son la única vía.
La
percepción, en todas sus tonos, distingue entre objeto y sujeto (texto y
lector) y entonces establece distancias; ya dijimos, marca ciertas pausas.
Diferenciándonos y discriminando ideas la percepción permite de-tenernos fuera de [el texto].
Para la sensación:
Para la sensación:
(…) el otro constituye una multiplicidad plástica
de fuerzas que pulsan en nuestra textura sensible, que se convierte así en
parte de nosotros mismos, en una especie de fusión (Rolnik 2007: web).
O sea, nos
fundimos y confundimos con el texto cuando medio
que lo perdemos de vista y se incorpora al ejercicio de nuestro pensamiento,
creando lagunas ineluctables,
necesarias, a veces imperceptibles, para anular la fragmentación de nuestros
sentidos, los cuales se tornan sujeto-texto o, por decirlo de otro modo, nos
convierten en textualidad (sinestésica).
por Rebeca Velasco
[1] Rolnik, Suely (2007): “La memoria del cuerpo contamina el
museo”. Traducción de Demian Kraus, revisado por Ana Longoni. En la web: http://eipcp.net/transversal/0507/rolnik/es (consulta: mayo 2014).
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