4.7.14

El cuarto de mi entrepierna


Siempre me ha costado mucho trabajo socializar pues soy una persona muy insegura y no soy tan bonita como las otras chicas y no tengo mucho dinero para gastarlo en ropa cara y más que este año tuve la oportunidad de ir a una universidad en otro país (Estados Unidos) y en otro estado (Boston). Todo era diferente: la forma de vida, la manera de hacer amigos y, bueno, ni se diga de la comida; todo eso que era nuevo para mí, hizo que me costara más trabajo socializar.
En fin, este semestre lo logré e hice unos cuantos amigos y ahora venían las vacaciones y no tenía ningún plan, ya que el chico que es mi novio salió con su familia y yo no tenía mucho dinero para ir a visitar a la mía. Preferí quedarme en los dormitorios al igual que los deportistas.
Las porristas, los de americano y las chicas de voleibol, todos ellos tienen sus dormitorios junto a las canchas; la verdad no son nada interesantes, ya que todos los hombres son unos imbéciles que piensan que por tener un cuerpo marcado y muy ardiente pueden poseer a la chica que se les ponga enfrente y las porristas son todas unas princesitas: bonitas, con buen cuerpo y sin cerebro.
Las primeras dos semanas se me fueron bastante rápido y no hay mucho que contar, pero al inicio de la tercera, ocurrió algo que provocó muchas cosas en mí, que podrían ocasionar problemas entre mi novio y yo. Un martes por la tarde una chica con falda, calcetas blancas, zapatillas de deporte y playera que en el brazo tenía el número 18 y un stick (al parecer ella estaba jugando con alguien porque venía bastante agitada), me dijo que guardara silencio y me sonrío. No le tomé mucha importancia, ya que estaba escombrando un poco mi habitación e iba a leer, aunque me dio curiosidad el stick que llevaba. Logró ver que miraba mucho el stick y me dijo: "soy jugadora de lacrosse". Volvió a sonreír, era bonita, pero seguí sin tomarle importancia. Cuando comenzó a desvestirse de inmediato acaparó mi atención. Algo espantada, dije:
—Oye, te pido que-que no te desvistas aquí, e-es incómodo.
Al parecer no le tomó importancia a nada de lo que dije pues continuó. Primero se quitó las zapatillas que usaba y luego se acercó a mi cama viéndome como si fuera algún bocadillo. Con una risita, dijo:
—Sólo evita ponerte roja, aunque te ves muy bonita.
Sinceramente no sé cómo logró ponerme roja; tal vez los nervios: ¡una mujer se estaba desvistiendo frente a mí y me miraba como si me fuera a comer! Se acostó a mi lado y me dijo:
—Tus labios se ven muy sexys, dan ganas de comerte.
Me puso demasiado nerviosa ese comentario. No supe qué contestar o qué decir. Se puso encima de mí y coloqué el libro que estaba leyendo en mis labios. Con un balbuceo le dije:
—No me gustan las mujeres y-y tengo novio.
Otra vez parecía que no importaba lo que yo había dicho; con una mano quitó mi libro y lo aventó. Quiso acercarse a mi boca e intenté alejarme, pero ya no tenía a dónde huir. Ella, con voz tranquila y serena, me dijo al oído:
—No te voy a lastimar. Al contrario, lo vas a disfrutar. Sólo déjate llevar.
Al final oponer resistencia no sirvió. Sentí sus labios contra los míos, eran tan suaves, jamás había sentido unos labios tan lindos. Intenté alejarla, pero al empujarla sentí sus pechos con mis manos, eran grandes… Al tocarlos se produjo algo en mí que nunca me había pasado, los empecé a acariciar y ella emitió una especie de gemido: “Aaaahhh”, el cual se me hizo muy excitante. Ella seguía besándome, yo sólo me dejaba llevar por sus suaves y delicados labios. De repente, llegó el momento en que dejó de besarme. Intenté acercarme a su boca y ella me empujó hacia la cama y comenzó a besar mi cuello, también lo lamió y me prendí más. Con mi novio no me había sentido de esta manera.
¿Por qué con una mujer sí?
Sus besos en el cuello fueron bajando y excitándome cada vez más. Me abrió la camisa arrancando los botones, sentí que tenía bastante fuerza a pesar de que sus brazos eran delgados. Estaba tan prendida que no lo pude evitar: recorrí su torso hasta llegar a su espalda e intenté desabrochar su sostén, pero era más difícil de lo que parecía. Ella seguía ocupada en mi cuello, aunque al sentir que no podía liberarla del brasiere, murmuró: “¿Necesitas ayuda?”. Con mi voz más que prendida logré decir: “quiero intentarlo yo”.
Por fin logré desabrochar su sostén y sus senos chocaron contra los míos, que aún se encontraban dentro de mi camisa. Me siguió besando y ahí fue cuando sentí que tenía una perforación en la lengua: me exitó demasiado sentir esa perforación. Con un extraño movimiento que hizo, quedé encima de su cuerpo, me despojó de mi camisa y la aventó. Su mano hizo un recorrido en mi espalda, desabrochando mi sostén con mucha facilidad. Empezó a jugar con mis senos, no pude evitar emitir un gemido de placer cuando se llevó a la boca uno de mis pezones; comenzó un juego entre su lengua y mi pezón, me tomó de la cintura bajando las manos poco a poco hasta posarlas sobre mi trasero. Lo apretó: eso hizo que me prendiera más. Mientras su boca seguía en mi seno, la aventé y comencé a besar su cuello, ella se excitó igual que yoRecorrí su cuello hasta sus pechos, quería experimentar esa sensación de sentir sus pezones en mi boca; jugué con ellos. Aprovechó que estaba distraída y me desajustó el cinturón, logró bajar mi pantalón y con mucha habilidad terminó quitándolo… Hasta ese momento recordé que traía puesta una tanga bastante coqueta. Pasó su lengua por todo mi abdomen; no paró, siguió bajando, llegó a mi pelvis, la cual besó y me excité más, sentí su cara entre mis muslos… ¡mi novio jamás había hecho eso! Él sólo quería penetrarme por todos lados, pero ella... Ella besó mis muslos suavemente, los tocó con mucha delicadeza... Estaba muy excitada ya, no sabía qué hacer y ¡bum!, besó mi clítoris: era la sensación de placer más rica de mi vida. Jugaba con mi clítoris de una manera tan sensacional. De un momento a otro, metió su lengua en mi vagina y no pude evitarlo, grité… Ella siguió atacándome con su lengua en mi vagina y sus dedos en mi clítoris, era como llegar al paraíso, me retorcía, gemía y gritaba cada vez más fuerte, llegando al orgasmo. No paraba, era increíble. Con un mar de sensaciones me vine en su boca mediante un orgasmo que me pareció eterno.
Ella se quedó a mi lado hasta que me tranquilicé. Logré verla bien, tenía ojos cafés y una mirada muy tierna y profunda. Sonrió, comenzó a vestirse y me dijo:
Para ser tu primera vez con una chica, eres muy buena.
Sonreí. Vi que traía una “A” en la parte de atrás de su playera. Me dio un beso en los labios y me dijo “adiós”. Abrió la puerta de mi cuarto y me guiñó el ojo al cerrar tras de sí.

por Andrea Machorro

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