14.3.14

Poscolonialismo para indios sumisos


Todos me decían Negro.
Que Negro pa’llá, que Negro pa’cá, que Negro ven y haz esto, que no te hagas pendejo Negro y ponte a hacer aquello.
Así todo el día. Muele y muele.
Hasta que de plano un día me encabroné y me desquité con un güey de rastas pintadas de güero al que le decían Blanquito Man, según esto porque se parecía a un cantante.
A mí me valió verga.
Estaba de castroso con que yo tenía que hacer esto, que yo daba el ancho en aquello, que para qué le encargaban eso si estaba re maje y sólo yo podía hacerlo, así todo el día. Muele y muele.
Entonces me reteemputé por quererme tener de gato y le metí un mega madrazo entre sus ojos color gargajo y su narizota de águila pedorra. El güey se quedó bailando, todo apendejado, así que de plano me agasajé y le metí otros putazos y cuando se fue de nalgas todavía me lo agarré a patadas. Pinche Blanquito. Si no es por el Indio que llega a separarnos, me lo habría echado nomás de puro enchilado que estaba por andarme chingue y chingue.
Desde allí ya no me dicen Negro.
Ahora se andan con cuidado.
Que si Negrito por aquí y Negrito por allá y qué necesita mi Negrito y lo que quiera mi Negrito que acá le hacemos el paro.
Nomás fue cuestión de mostrar güevos y ahora se sientan en la recia.
(En la recia grandota y negra, jaja).
Por eso le digo al Indio: no se me apendeje, pariente. Dele en su madre al pinche Blanquito Man o a cualquiera de los otros cabrones que ya lo agarraron de bajada.
Todo el día lo andan chingando: que pinche Indio pa’llá, que pinche Indio pa’cá, que pinche Indio ven y haz esto, que no te hagas pendejo pinche Indio y ponte a hacer aquello.
Así todo el día.
Muele y muele al pariente. 

por Jaime Magdaleno

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