¿A
qué hora vendrá alguien a vernos?
Ha
pasado mucho tiempo ya desde que todo quedó en silencio y la
oscuridad se hizo más pesada; desde que la sala se convirtió en una
esfera pequeña habitada sólo por la voz de Facundo y por cientos de
puntos brillantes que tiritan bajo mis párpados cerrados, con
lágrimas.
¿Por
qué estoy llorando?
Porque
tengo miedo. Estoy temblando pues a pesar de que Facundo está
desatado haciendo bromas y contando chistes en su programa, lo que
pasó hace un rato me ha dejado tirado, con algo así como un globo
que se desinfla en mi estómago y una roca pesada en mi garganta.
¿Cómo
es esto?
¿Cómo
así?
Digamos
que mi papá hoy venía con muchas ganas de interpretar su papel de
mujeriego castigador.
Digamos
que mi mamá hoy ya no quiso cargar con su rol de mujer engañada, estilo Laura León.
Digamos
que yo no presté atención, tan divertido como estaba mirando un
sketch de Omar Chaparro y la buenota de Dorismar en la tele.
Digamos
que mamá le reclamó algo a papá y por alguna razón a él se le
ocurrió hablar de su otra familia.
Fue
extraño: ese tema nunca se tocaba en casa. Quizá papá venía
borracho o a lo mejor venía de estar con su otra mujer, quién
sabe, pero nomás fue cosa de que mi mamá le reclamara algo, para
que él se soltara y respondiera: “¡Uta madre! Para no soportar
tus pendejadas, mejor ni hubiera venido. Mejor me hubiera quedado
donde estaba”. Mi mamá, que siempre estaba dispuesta a perdonar
todo, pero no que papá tuviera otra mujer y otros hijos, respondió:
“¿dónde pues?”. Y mi papá: ”Pos donde ya sabes, pendeja.
Con mi otra vieja”.
Allí
fue cuando todo valió verga.
Quién
sabe cómo mi mamá agarró un cuchillo largo y filoso (el que usaba
para cortar los pellejos del pollo) y se lo enterró a mi padre, creo que
primero en la panza y luego en la garganta. Y digo creo porque la
tele apenas y me permitió ver y escuchar, distraído como estaba con
los albures de Omar Chaparro y las nalgas de Dorismar. Después, toda
poseída, mi mamá se me abalanzó y me clavó dos veces el cuchillo,
las dos en la panza. Y luego ella se degolló. Creo que me dijo algo
antes de desplomarse pero no le entendí ni la escuché, pues el
volumen de la tele siempre se sube cuando salen comerciales,
principalmente cuando son de productos de la farmacia. Lo recuerdo
claramente: cuando mamá se desplomó, estaban anunciando las cremas
antivarices Goicoechea.
¿A
qué hora vendrán a recogernos?
En
las noches, siempre se aparece alguien por aquí, ya sea la comadre
de mamá que viene a contarle un chisme o a pedirle varo, el compadre
de papá que viene a sonsacarlo con unas chelas o el cabrón
mantenido de mi primo Federico, que viene a que mi mamá le calme el
hambre. El que sea debe apurarse y llegar ya, pues siento que el
globo que tengo en la panza termina por desinflarse y bajo mis
párpados cada vez hay menos puntos luminosos que puedan
acompañarme. Carajo, hasta la voz y las risas de Facundo ya no se oyen.
por Jaime Magdaleno
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