Tengo
unas nalgotas. Es lo que dice: que tengo unas nalgotas y eso es lo
que le impide olvidarse de mí.
Está
ebrio. Me está penetrando por atrás pero de todas formas puedo percibir su aliento sobre mi olfato y sé que está ebrio. Seguramente
vino a Santa María a ver a su mamá y se encontró a sus amigos y se
puso a tomar con ellos, y como ahora está pedo, vino aquí. Porque
sólo cuando está pedo viene. O mejor dicho: siempre que viene a
Santa María a ver a su mamá y a tomar con sus amigos termina aquí,
pues su casa en Zumpango, la que comparte con su nueva mujer, le
queda muy lejos.
Estoy
cansada. Quiero decir: no sólo estoy harta de que venga a cogerme
cuando se le antoje, sino que estoy cansada físicamente después de
estar diez horas limpiando las oficinas del Metro. Y este cabrón
todavía quiere que me mueva. Me dice: “muévete, mami, sácame
toda la lechita”. Pero yo estoy molida, no tengo ganas de moverme
pues debo levantarme temprano: mañana habrá junta de padres en la
primaria de Perlita y no quiero llegar desvelada.
Cansada
y desvelada.
Cansada,
cogida, harta y desvelada.
Y
este cabrón quiere que lo exprima. Lo que me gustaría en verdad es
cortarle la verga con unas tijeras de pollero. Y cortársela con todo
y güevos; total, para lo que le sirven al cabrón. Pero no. Debo
respetar al padre de mi hija. No puedo hacerle daño pues Perlita se
moriría de tristeza. Por eso lo soporto cuando llega aquí, con el
pretexto de ver a su hija. Por eso no lo demando para que me pase una
pensión que por lo menos me ayude a pagar esta pocilga. Por eso no
lo meto a la cárcel por ponerme las putizas que me pone cuando le
reclamo que quiera cogerme aunque tenga otra mujer y con ella otras
dos hijas. Por eso: porque me sacrifico por Perlita. Todo sea por mi
hijita.
-Ya
sabes que mis nalgotas son tuyas, papi, para que te las cojas cuando
quieras.
Nunca
falla. Ese tipo de peladeces nunca fallan con él pues es un vulgar y
un precoz; además, si comienzo a moverme, seguramente se vendrá ya,
lo cual estaría bien pues quiero dormir: mañana es la junta de
padres en la primaria de Perlita y quiero descansar. Dejar de ser la
puchita de este cabrón.
-Avienta
tu lechita en mis nalgas, papi. Anda, llena de semen a tu mamita.
Allí
está. Se está viniendo. Ahora gime como un cerdo, como un asno,
como me gustaría que se quejara si le metiera un fierro candente en
el ano... Pero no, debo respetar al padre de mi hija. Mejor, en cuanto se
duerma y comience a roncar como un animal, haré lo mismo para no
llegar tan cansada, cogida, harta y desvelada a la junta de mañana
en la primaria de Perlita.
por Jaime Magdaleno
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