31.5.13

Vitrina


Terminó de lavar el piso del local y, con los dedos todavía mojados, encendió un cigarro Marlboro. Ésa era su mejor recompensa después de la faena de limpieza diaria: ya había guardado el pollo sobrante en el congelador, había pasado el trapo de lino húmedo por el mostrador de mosaico blanco. Ahora tenía que descansar. Se quitó el overol. Jaló una caja de plástico y se sentó sobre ella. Alcanzó el control remoto de la televisión que estaba a un lado de la caja registradora. Apretó el botón de encendido. Deambuló por los canales locales sin decidirse por ningún programa. En ese momento, se acordó: el “Güero” le había dejado una película mexicana para que la viera. Se decidió a ponerla porque quería distraerse y, además, aparecía la actriz que más le gustaba: Martha Higareda. 


El “Güero” no le había mentido: la película transcurría justo en la esquina que forman las calles en donde también se ubica la pollería: López y Vizcaínas, en el corazón del Centro Histórico. En la pantalla aparecía la vecina vinatería “La Divina”, así como la paletería “La Michoacana”, de la contraesquina. La pollería ocasionalmente ocupaba un lugar en el cuadro, pero siempre de refilón. Se lamentó por no haber sido captado por la lente. Definitivamente, era una lastima, pues de haber sido así podría haberles presumido a sus familiares triquis de Oaxaca que él, Miguel Santiago, había salido en una película con Martha Higareda. 


Allí estaba ella, enseñando sus chichitas. Tuvo una erección inmediata y quiso ir al baño a masturbarse, pero la trama lo había atrapado. Vio a Demián Bichir fumar una y otra vez un cigarro Marlboro, por lo que hizo lo mismo. Contempló los edificios “Lux” y “Victoria”, por los que había pasado una y otra vez al ir a entregar pedidos de pollo. Sintió familiaridad con la película. Tal vez la historia que le contaban era cierta. O quizá no, pero qué importaba: lo esencial era que esa película se había filmado justo donde él vivía y trabajaba, y si eso había sucedido, significaba que el lugar no carecía de interés, encanto y cierta belleza. 


Terminó la película al mismo tiempo que él con sus cigarros. Se sintió contento y aprovechó que debía comprar una nueva cajetilla para salir a andar por las calles de su barrio. Pensó en caminar como Demián Bichir lo hacía en la película. Incluso buscó el gorro de invierno del “Güero”, que era muy parecido al que usaba Bichir en la cinta. Se lo puso y se miró en el espejo. Vio su piel morena brillar por la luz que le llegaba del foco. Incluso miró sus ojos negros como redondos frijoles prietos. No quiso contrastar su apariencia con la de Bichir y mejor salió a la calle en busca de su cajetilla Marlboro. 


¿Y si se encontraba a Martha Higareda? ¿Era probable? No, para nada: Martha Higareda sólo era una actriz que representaba el papel de una niña de barrio, pero era de suponerse que, al concluir su trabajo, jamás volvería a poner un pie en la calle de López esquina con Vizcaínas. Instintivamente, fue a “La Divina”. Tuvo que esperar pacientemente su turno, pues al ser viernes de quincena, muchos de sus vecinos de otros locales estaban allí, comprando el pomo con el cual sobrellevar la noche. Mientras lo atendían, trató de distinguir entre las mujeres que recorrían el lugar a alguna que tuviera un parecido, por lo menos elemental, con Martha Higareda. No vio a ninguna chica con esas características. Pero sí divisó inmediatamente a la “Cronchis”, quien desde la calle opuesta le gritaba y agitaba una mano para saludarlo. De mala gana, Miguel contestó el saludo. Eso convenció a la “Cronchis” para cruzar la calle no sin algunas dificultades, por el esfuerzo que suponía arrastrar sus cien kilos de peso. Al llegar ante Miguel, la “Cronchis” lo saludó con un beso. Al mismo tiempo, llegó su turno para ser atendido en “La Divina”. Cuando el hombre detrás del mostrador le preguntó: “¿qué vas a querer, paisa?”, Miguel se quedó callado, pues su mirada se concentró por varios minutos en la vitrina del expendio, que le devolvía su imagen de pollero prieto y la imagen de la “Cronchis”, una mujer de 20 años con cien kilos de peso.


por Jaime Magdaleno

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