3.5.13

En el río de tu espíritu


I
Dios te probó y caíste en pecado.
Eres una mala cristiana, Concepción.
Según tú, llevas a Cristo en ti, pero es falso, pues Cristo propone el desprendimiento y el amor al prójimo, y qué fue lo que hiciste:
¡Te jineteaste el dinero!
¡Y caíste en la usura!

II
Tu nieto Francisco necesitaba urgentemente cinco mil pesos para pagar la renta y completar sus gastos de la quincena, los cuales se habían incrementado por la llegada de su primer hijo. A ti se te ocurrió pedírselos al galán de tu nieta Patricia, Julián, quien al estar acomplejado por su fealdad, toda su vida ha creído que con dinero puede comprar el afecto y la aceptación de la gente. ¡Y qué gran error cometió contigo!, pues se encontró con la mujer más ambiciosa e interesada de la familia. 
 
Fuiste muy astuta con el pobre Julián. Con tu cara de inocente, débil y enferma, lo convenciste fácilmente. El trato estaba acordado y tú serías la intermediaria para llevar el dinero a Francisco. Sin embargo, antes de que Julián te lo diera, Francisco te dijo que ya lo había conseguido, que ya no necesitaba el préstamo de Julián, y en lugar de cancelar el trato: ¡callaste, recibiste los cinco mil pesos y te los quedaste!

Pudiste haberte arrepentido y regresado el dinero, pero el diablo te tentó y te convirtió en una serpiente avariciosa, ya que ocupaste los cinco mil pesos para hacerle un préstamo a tu hermano Carlos ¡con un interés del quince por ciento mensual!
 
No contenta con esa ganancia, fuiste por más. Cuando se venció el plazo que acordaste con Julián, él te dijo, con el desprendimiento que lo caracteriza:
“Abue, dígale a Francisco que de los cinco mil que le presté, sólo me pague la mitad, y que el resto lo tome como un regalo de bienvenida por el nacimiento de su bebé”. 
 
Ante esta demostración de afecto: ¿qué carajo hiciste, Concepción? ¿Confesaste la verdad? ¿Acaso dijiste: “no es necesaria tu generosidad, Julián, aquí tienes, completos, tus cinco mil pesos?”
¡Por supuesto que no! ¡CALLASTE, regresaste sólo los dos mil quinientos que Julián te pidió, y te quedaste con un dinero que no era para ti!
Dios te probó y una vez más sucumbiste a tu avaricia.


I
Eres una mala cristiana, abuela. Un mal pescado.
Según tú, llevas a Cristo en ti, pero es falso, pues Cristo propone el desprendimiento y el amor al prójimo y tú te jineteaste el dinero y caíste en la usura. Así que la próxima vez que te escuche entonando en la Iglesia, a todo pulmón: “sumergemeeeee/ en el río de tu espírituuuuu”, espetaré en tu cara: En el río de tu espíritu, abuela, sólo fluye el dinero. 


por Claudia Montes de Oca Iglesias

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