I
Dios te probó y caíste en pecado.
Dios te probó y caíste en pecado.
Eres
una mala cristiana, Concepción.
Según
tú, llevas a Cristo en ti, pero es falso, pues Cristo propone el
desprendimiento y el amor al prójimo, y qué fue lo que hiciste:
¡Te
jineteaste el dinero!
¡Y
caíste en la usura!
II
Tu
nieto Francisco necesitaba urgentemente cinco mil pesos para pagar la
renta y completar sus gastos de la quincena, los cuales se habían
incrementado por la llegada de su primer hijo. A ti se te ocurrió
pedírselos al galán de tu nieta Patricia, Julián, quien al estar
acomplejado por su fealdad, toda su vida ha creído que con dinero
puede comprar el afecto y la aceptación de la gente. ¡Y qué gran
error cometió contigo!, pues se encontró con la mujer más
ambiciosa e interesada de la familia.
Fuiste
muy astuta con el pobre Julián. Con tu cara de inocente, débil y
enferma, lo convenciste fácilmente. El trato estaba acordado y tú
serías la intermediaria para llevar el dinero a Francisco. Sin
embargo, antes de que Julián te lo diera, Francisco te dijo que ya
lo había conseguido, que ya no necesitaba el préstamo de Julián, y
en lugar de cancelar el trato: ¡callaste, recibiste los cinco mil
pesos y te los quedaste!
Pudiste
haberte arrepentido y regresado el dinero, pero el diablo te tentó y
te convirtió en una serpiente avariciosa, ya que ocupaste los cinco
mil pesos para hacerle un préstamo a tu hermano Carlos ¡con un
interés del quince por ciento mensual!
No
contenta con esa ganancia, fuiste por más. Cuando se venció el
plazo que acordaste con Julián, él te dijo, con el desprendimiento
que lo caracteriza:
“Abue,
dígale a Francisco que de los cinco mil que le presté, sólo me
pague la mitad, y que el resto lo tome como un regalo de bienvenida
por el nacimiento de su bebé”.
Ante
esta demostración de afecto: ¿qué carajo hiciste, Concepción?
¿Confesaste la verdad? ¿Acaso dijiste: “no es necesaria tu
generosidad, Julián, aquí tienes, completos, tus cinco mil pesos?”
¡Por
supuesto que no! ¡CALLASTE, regresaste sólo los dos mil quinientos
que Julián te pidió, y te quedaste con un dinero que no era para
ti!
Dios
te probó y una vez más sucumbiste a tu avaricia.
I
Eres
una mala cristiana, abuela. Un mal pescado.
Según
tú, llevas a Cristo en ti, pero es falso, pues Cristo propone el
desprendimiento y el amor al prójimo y tú te jineteaste el dinero y
caíste en la usura. Así que la próxima vez que te escuche
entonando en la Iglesia, a todo pulmón: “sumergemeeeee/ en el río
de tu espírituuuuu”, espetaré en tu cara: En el río de tu
espíritu, abuela, sólo fluye el dinero.
por Claudia Montes de Oca Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario