24.4.13

La musa dormida


Cuando desperté, tenía un aliento a vómito y una resaca que me doblaba los ojos. Intenté recordar la noche anterior, estaba recostado con un brazo acalambrado. Sí, lo reconocí de inmediato: olor a sexo de mujer.  Sólo podía ver su cabello enmarañado. Debe estar buena.

Sin molestarla al retirarle mi remedo de almohada entumecida, me levanté; un vaso roto, condones, un culo precioso y ropa durmiendo en el piso. Desperté a mis pantalones y los obligué a subir, a regañadientes, por el largo de mis piernas. No quería dejar de ver esa cintura, no recordaba el bailoteo de la noche anterior. Con la playera fue diferente, ésta se deslizó por mi cuello delicadamente. Cuando los zapatos, como ratoncillos hambrientos, devoraron mis pies, el ratón derecho no podía comer… Su boca no se ajustaba a mi extremidad. ¿Qué pasa? Miré mi pie…

Tengo dos pies izquierdos. Pero miren a mi musa Terpsícore, desnuda en un colchón. Seguramente nos conocimos bailando.

Mi suerte, sin duda, estaba mejorando.

por Carolina Medellín

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