Cuando
desperté, tenía un aliento a vómito y una resaca que me doblaba los ojos. Intenté
recordar la noche anterior, estaba recostado con un brazo acalambrado. Sí, lo reconocí de inmediato: olor a sexo de mujer. Sólo podía ver su cabello enmarañado. Debe
estar buena.
Sin
molestarla al retirarle mi remedo de almohada entumecida, me levanté; un vaso
roto, condones, un culo precioso y ropa durmiendo en el piso. Desperté a mis pantalones
y los obligué a subir, a regañadientes, por el largo de mis piernas. No quería
dejar de ver esa cintura, no recordaba el bailoteo de la noche anterior. Con la
playera fue diferente, ésta se deslizó por mi cuello delicadamente. Cuando los
zapatos, como ratoncillos hambrientos, devoraron mis pies, el ratón derecho no
podía comer… Su boca no se ajustaba a mi extremidad. ¿Qué pasa? Miré mi pie…
Tengo
dos pies izquierdos. Pero miren a mi musa Terpsícore, desnuda en un colchón. Seguramente nos conocimos bailando.
Mi suerte, sin duda, estaba mejorando.
Mi suerte, sin duda, estaba mejorando.
por Carolina Medellín
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