Considero
que el feminicidio es un dispositivo de exterminio, de intimidación, que atenta
contra la genealogía de las mujeres que pertenecen a una determinada condición
social. El dispositivo del feminicidio tiene parangón con aquel mecanismo de
exterminio que llevó a la hoguera, a las salas de tortura y a los audios de fe,
a cientos de miles de mujeres durante la época medieval y aquí, en América,
durante la colonia española.
En
la Edad Media y parte del Renacimiento, las mujeres fueron acusadas de herejía,
de magas, de hechiceras, de estar en pacto con el diablo. La violencia que se
ejerció contra ellas mediante la “quema de brujas”, durante las persecuciones,
en la tortura, tenía como finalidad la imposición de un nefando mecanismo de
control jurídico y judicial para la extracción de la verdad. Este instrumento
fue el de la inquisitio, de la enquête; dispositivo que consistía en un
simple método de pregunta y respuesta, y que en sus inicios se auxilió de otros
mecanismos como el de la tortura, la persecución o la hoguera, para lograr
imponerse y, finalmente, quedar instituido como el método jurídico y judicial
por excelencia para la conquista y la enunciación de la verdad en torno a un
delito y a un acusado.
La
inquisitio es un mecanismo de control
que se impuso a partir del fuego y de la muerte; finalmente éste triunfó, se
incrustó de tal manera que hoy día no es únicamente utilizado en los procesos
jurídicos para alienarle al otro su verdad, sino que de él se vale la mayoría
de las averiguaciones, ciencias, investigaciones, etcétera. Más aún, lo
utilizamos todos y cada uno de nosotros en el curso de nuestra cotidianidad,
cada día, sobre el otro, contra el otro, o sencillamente como hábito. Todo
“investigamos”, todo preguntamos, de todo extraemos una respuesta, una verdad.
¿Qué hiciste, dóndes estás, con quién estás, qué piensas, por qué no actúas? Y más
aún, nuestros sentidos están condicionados al servicio de esta técnica de la inquisitio, de la enquête. Nuestra mirada busca siempre extraer la verdad del otro
para diagnosticarlo, vigilarlo, controlarlo y, finalmente, excluirlo.
De
hecho existen disciplinas que nos preparan para ello, nos “brindan estrategias”
para interpretar las señales del cuerpo, de las miradas, de los silencios; nos
forman para que inclusive, sin que el otro hable, emitamos una conclusión de su
conducta, un juicio, un dictamen, un diagnóstico y siempre una condena.
El
método de la inquisitio, de la enquête, es un método de control, que
comenzó a utilizarse entre los siglos VI-VII, que rebasó el ámbito de lo
jurídico y judicial y de lo económico, y que se instaló en nuestra
subjetividad, garantizando así su reproducción hasta nuestros días, sin más
necesidad del fuego y de la muerte.
Otra
estrategia que empleó la Inquisición para la fortuna de sus juicios fue el
método de la denuncia. La Inquisición emitía un edicto para que se denunciaran
las faltas a la fe y ésta era observada; siempre había quien se presentara a
denunciar al otro ante el tribunal de la Santa Fe; sobre todo, fueron los
familiares y amigos quienes acudían ante el tribunal inquisitorial. Así, de
manera cercana y familiar se consolidó la Inquisición.
Desaparecido
—una vez que ya no fue más necesario—, el método inquisitorial quedó legitimado
por el sistema jurídico y judicial, el cual sigue vigente. Sin embargo, este
sistema tampoco escapa a la crisis de civilización a la que estamos asistiendo
pues debido a la corrupción, la ineficiencia y la intervención del crimen
organizado, también está en crisis. Quizá el feminicidio sea un mecanismo no
sólo para reactivar el control del sistema jurídico y judicial sobre la mujer.
Seguramente terminará endureciéndose cada vez y generando un nuevo tipo de
subjetividad, a través de la cual la mujer quedará más sometida a este sistema
jurídico, judicial y social; a este sistema de control, de dominio y de
exterminio.
Otro
aspecto interesante es el de la territorialidad en la que se están cometiendo
los feminicidios. Si comparamos este aspecto con los lugares donde se instalaron
los tribunales de la Inquisición, nos daremos cuenta de que fueron sobre todo
en los estados y pueblos que más fascinaron a la Corona, a la Iglesia, a los
Conquistadores, a las expediciones. Ellos, quienes anhelaban una España poderosa y que llegaban tarde a la Acumulación Originaria de Capital en Europa,
recuperaron con América el momento histórico del desarrollo del capitalismo a
nivel mundial, a través de la explotación del trabajo de los indios y negros, y
del saqueo de la riqueza de las minas. Entonces, ¿dónde creen que se instalaron
los tribunales de la Santa Fe, de la Santa Iglesia, de la Santa Inquisición? En
los pueblos de Minas: Zacatecas, Durango, Taxco, Guerrero, Estado de México,
Pachuca, Durango y Guanajuato, principalmente. Es curioso que en estos estados
hubiera brujas, magas, hechiceras, adivinas, adúlteras, mentirosas, renegadas
de la fe, judaizantes, etcétera, según el catálogo de la Santa Inquisición. Y
así, conforme se descubría la riqueza de nuestro territorio, ahí se instalaban
misiones y tribunales de la Santa Fe, para someternos al cristianismo y la
cristiana explotación.
Necesitamos reflexionar urgentemente sobre la infeliz coincidencia del por qué son los estados "maquiladores" (Chihuahua, Estado de México) aquéllos en los cuales se está propagando la ola de violencia y feminicidio, tal y como durante la Colonia los mecanismos de control, explotación, esclavitud y exterminio se daban, sobre todo, en las regiones mineras.
por Ruth Betancourt
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