13.3.13

Hipofixiofilia

Dos chicas de la Zona me invitaron a grabar:

Tomé mi cámara y al instante apreté el botón play. Puse a cuadro a las chicas, quienes se veían muy guapas con unas playeras negras en cuyo frente se leía, en una especie de graffiti, la palabra “Hipofixiofilia”. Me quedé enfocando la playera, ya que no entendía el significado de aquella palabra. Me animaron a subir a una camioneta. Filmé todo lo que había en ella. Una bolsa negra, que se veía algo pesada, llamó mi atención. Al voltear la lente me di cuenta de que la chica morena se había colocado al volante. Con destreza, echó a andar la camioneta. Nos guió a través de un viaje muy tardado a pesar de que no había tráfico. No sé por qué, no paré de grabar en ningún momento.

Llegamos al bosque. Grabé el movimiento de la chica güera, quien bajó de un salto de la camioneta y empezó a buscar un lugar en donde pudiera fijar mi cámara. La seguí. Capté un árbol con grandes ramas. Se veía un árbol fuerte. Hice un acercamiento a un arroyo y me di cuenta de que ése era un buen lugar para poner mi tripié y grabar. La chica güera estuvo de acuerdo conmigo.

Tenía un cuadro perfecto: el árbol grande y con ramas fuertes se veía muy bien, y el arroyo que lo cruzaba le daba un aire melancólico al lugar. Las chicas me hicieron una seña para que las enfocara. Sin que me pudiera explicar el porqué, empezaron a realizar ejercicios de calentamiento. Para evadir mi confusión, me coloqué mis audífonos, ya que me interesaba poco lo que ellas hacían y platicaban. Dieron unas vueltas de carro e incluso se pararon de manos. Yo continué grabando detrás de mi tripié. Realicé acercamientos a sus ridículas caras y cuerpos hasta que, de pronto, retumbó la risa de una de las chicas al estrellarse contra la corteza del árbol. Concentré la toma en su mandíbula, que se miraba grotesca al moverse con una sonrisa. En ese momento, la mujer morena extrajo una soga de la bolsa negra que había visto ya en el coche. Era una soga muy gruesa. La aventaron a una rama de más de 4 metros de altura. La chica morena se amarró la cuerda alrededor de la cintura con un nudo de boy-scout. La otra la enrolló en su cuello. Mi zoom me advirtió que no era nada bueno lo que se estaba preparando en ese momento. La chica que tenía la soga en la cintura comenzó a alejarse para jalar la cuerda, y la otra chica se elevó con una mano en el cuello para detener el ahorcamiento producido por el movimiento. La chica morena extrajo un aparato raro del bolsillo de su pantalón. Lo encendió y algo comenzó a vibrar. Hasta allí me di cuenta de que era una especie de control remoto que dirigía hacia la chica que pendía de la soga, quien se retorcía y gesticulaba. Mientras más se elevaba, más reía, lloraba y gozaba.

¡Bájala! —grité, al mismo tiempo que contemplaba, a través de la lente, la cara de la chica colgada.
 
La chica morena no me hacía caso. Parecía que no me escuchaba y su expresión estaba sumergida en total éxtasis, mientras observaba a su amiga suspendida de una cuerda a una altura de 4 metros. Mi lente no mentía: me decía que la chica morena estaba matando a su amiga y la otra no hacía nada para que la bajaran. Al contrario, parecía estar gozando más que nadie el acto. 

—¡Bájala, que no puede respirar! —de nuevo la chica morena no me hizo caso. Sólo rió mientras su amiga retorcía su cara en una mueca de dolor y placer.

¡Aaaaaaaahhhh! —retumbó el eco de un grito.

En ese momento, la chica morena sacó una navaja de su pantalón y cortó la soga. La chica güera cayó entre rictus de agonía, dolor y placer.
 
Con un movimiento brusco levanté la cámara: vi y sentí que la chica morena se me abalanzó. Comenzó a estrangularme y besarme muy desesperadamente, mientras sus manos toscas recorrían mi cuerpo. Intenté zafarme pero fue inútil, pues me quedaba sin fuerzas a medida que el aire me faltaba. Sólo recuerdo que algo así como el relincho de un caballo enloquecido se estrelló contra mí oído, al tiempo que el cuerpo de la mujer, antes frenético, se desvanecía sobre el mío.

por Andrea Machorro

No hay comentarios:

Publicar un comentario