niña, mi niña,
son tus ojos;
espadas grandilocuentes
que emulan el plenilunio criminal
de enero voraz.
Niña, mi niña,
son tus ojos
mi sangre turbada;
la danza volátil de la luna.
Potros náuticos
escondidos en las enaguas
de tus pestañas afligidas;
niña, mi niña,
déjate amar.
por Alejandra Medellín
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