19.2.13

Adiós

Carta sin remitente.

—Aquí nadie sabe de nosotros—.

Formamos parte de este tejido donde miles de células vivientes gozan de la capacidad de elegir libremente sus cadenas a cambio de unas monedas, condicionados a vivir hasta su último aliento en esta ciudad. Hemos nacido sin antes habernos preguntado si queríamos vivir. Frida, no te miento, no sé si tú me cambiarías por alguien más, hay una sensación, un sentimiento que guardo únicamente para ti, aunque sólo buscas placer a cambio de dinero. Aún disfruto de esos labios gastados, maltratados, que disfrazas con labial rojo carmesí. Fuiste mi puta, fuiste de otros más que poseyeron tu cuerpo. Ahora te vas a Tijuana. Serás la puta que se entrega al mejor postor con deseos de deleitarse con tu cuerpo, de mirar tus ojos febriles, y así hasta que tu juventud se extinga en orgasmos anodinos, de hombres anónimos. Adiós, Frida.

Y sin embargo, ya no me quejo cuando la vida me muestra su lado más trágico, mientras colecciono nombres y rostros que se cruzan aleatoriamente en mi camino, que se van y vienen. Frida, cada quien tiene una historia que contar, pero muy pocos intentarán contar una historia. Yo soy bueno escuchando cuando alguien me cuenta lo que no le pregunté. Ellos me miran y tienen la certeza de esperar algo que los hará cambiar. No te engañes, Frida, yo no miento, ¿para qué? Quizás si me esforzara más en fingir lo que no soy, pueda ser al menos feliz y reír más seguido. Es bueno reírse, incluso puedes reírte de ti mismo, Frida, y sentir cómo la vida pasa desapercibida mientras esperas el amor en una esquina de la gran ciudad, mientras esperas a que alguien te diga cuándo empezar de nuevo, mientras esperas el camión que te llevará lejos de mi destino, mientras esperas suspendida afuera de la ventana, alguien que no vendrá, mientras esperas la culpa de un Dios insensible, mientras esperas cómo los cuervos sacan los ojos ajenos, y finalmente esperas lo que no esperabas de ti…

Y un beso es un accidente entre dos epidermis sensibles, que se transforman en un nudo bajo el mismo cielo que se curva ante nosotros. En esta ciudad hirviente, un beso capaz de no llegar a nada, y que al final, puede significar el origen de una vida, de una existencia más.   

por Francisco Limas, "Frank"

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