6.12.12

Fauna urbana


En aquella esquina desierta, lo encontró.

"Un minuto será suficiente", pensó al valorar el costo de la llamada.

Segundos antes de insertar las monedas en el teléfono, miró de reojo: un taxi Volkswagen pasaba a su costado mientras él, impaciente, esperaba la voz de su amada Karla del otro lado del auricular. Pero ella no contestó.   

Sigilosamente, el taxi se estacionó frente a él. Semi oculto detrás de la cabina del teléfono, pudo ver dos sombras. Incluso escuchó el tronar de unos besos lascivos. Llamó de nuevo a Karla, pero una vez más no tuvo respuesta.

—¿Para qué tiene celular si no contesta? ¡Carajo! —exclamó, mientras observaba cómo aquella chica, dentro del taxi, se agitaba: se colocaba encima del taxista deslizando la parte superior de su vestido, dejando al descubierto unos pechos firmes, de pezones extasiados. Con la escasa luz emitida por el alumbrado público, apreció el brillo del cabello de la mujer, quien con movimientos frenéticos provocaba los gemidos del taxista, rendido al placer más deseado por la fauna nocturna.

—¿Bueno, Karla?
—¿Qué paso, Ernesto, si vas a venir?—sintió alivio al escuchar la voz del otro lado del auricular.
—¿En dónde estás?
—Estoy en el metro Azcapotzalco. Te espero aquí, ¿ok?
—Perfecto, llego como en unos veinte minutos… no me creerás lo que estoy viendo.
—Apresúrate, Ernesto. Te quiero.

La llamada se cortó sin que pudiera decirle lo cerca que quería estar de ella. Excitado, Ernesto colgó la bocina para ir a encontrarse con Karla. Al escuchar los tacones de la mujer descender del taxi, vio sus piernas y una minifalda que se oscurecía, tanto como esa noche que apenas comenzaba.


por Francisco Limas “Frank”

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