Somos retratados por el
espejo. Un espejo en el techo. Un espejo
en un hotel barato en la colonia Obrera.
Veo en el espejo nuestros pensamientos. La transmutación en tu carne es radical.
Ahora tu retrato es pintado con falsos silogismos de colores. Colores vivos.
¿Eres realmente así? Mi pensamiento es interrumpido por tu necesidad de cambio
de posición. Ya no quieres que te coja así. En una variación de tu necesidad de
verga, galante y fúnebre, decides que ahora te coja de a misionero. Tu cuerpo
se vuelve a convertir en una apariencia de reflejos. En una mirada de reflejos.
Aunque tu esencia ante el mundo es intelectual. Hoy sólo eres reflejos. Tus pechos son cobijados
por mis labios. “Te ves hermoso besándome los pechos”, dices. Lo dices para ti.
Todavía tienes tus
calzones de tianguis puestos, ajustados a tus nalgas blancas. Me recuerdan a un
poema de Neruda, que dice: “tu piel es
como leche”. Tus nalgas son como leche. El concepto son tus calzones, pienso mientras
miro por la ventana medio abierta los tanques de gas en la azotea de la
vecindad contigua al hotel, donde alcanzo a ver más calzones tendidos.
Tus calzones de
tianguis, emblemas especulativos. En ese momento decides quitártelos rápidamente.
Veo como vuelan por el cuarto de hotel.
Se ven hermosos tus
calzones de tianguis. Se ven hermosos volando por el cuarto.
por Jaime Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario