21.11.12

Lunes 14

Caminamos por todo el Centro Histórico. Recorrimos las mismas calles en direcciones opuestas por 3 horas. Hablamos poco durante ese rato. Sólo unas cuantas preguntas que le hice y que, con amabilidad, él respondió.

-¿Cómo soy? –preguntó.
-Eres flaco e inexpresivo.
-¿Y qué más?
-Eres elegante.

Siempre me gustó cómo caminaba, el sonido de sus tacones bajos, un sonido leve pero firme. Unos kilos más le habrían ido bien, sin embargo para mí nunca lucía mal. Y además siempre olía delicioso.

Después de llenar nuestras bolsas con vodka ruso y preservativos llegamos al “Hotel República”. Al entrar, la madera chilló un poco al recibir mi peso. Cosme era tan delgado, que ni pío cantó la duela.

Yo esperé atrás, me observé en el espejo y pensé que el cabello recogido resaltaba mi cuello largo.

-Me da una habitación -alzó su voz grave, era tan atractivo el sonido que hacía que todos mis miembros suspiraron.
-¿Con televisión  o sin televisión? -la recepcionista era una vieja con el cabello naranja y canas.

Subimos a paso despistado. El edificio era antiguo, oscuro y taciturno.

Llegamos a la habitación “215”. No fue buena mi impresión al ver el cuarto amarillento y sin mucho espacio.

Una cama, dos muebles, una televisión a color y un espejo. Un cuarto de baño con azulejos blancos y la mayoría rotos, un inodoro gastado y una diminuta pila.

Dejé mi bolsa, unas cuantas monedas y mi chamarra de piel en  uno de los muebles.

Se acercó a mí, abrió los labios y me besó. Mis manos se posaron en su espalda. Podía sentir sus huesos y la piel que los cubría, cada disco de su columna vertebral eran mío por ese día, mi lengua danzaba con la suya en un juego de ver quien aguantaba más sin desnudarse; mi cuerpo, trémulo a causa del vaho que enardecían mis ganas.

Me despojé de la ropa para ducharme, tanto caminar me había dejado un sabor salado en la piel, un sabor desagradable.
Salí del cuarto de baño y me recosté en la desgastada cama. Nos unimos en caricias y besos en los rincones más íntimos. “Te quiero, te quiero”, jadeaba a mi oído. No tardé mucho en deshacerme en sus brazos y terminé por entregarme.

Entre las húmedas sábanas nos envolvíamos y arañábamos, penetraba y salía, lo complacía con lo que pedía. Terminamos juntos, elevados en el más exquisito de los placeres. Flotábamos, y poco a poco caímos a la realidad de una cama cruel.

Me hacia falta un cigarro. Coss encendió el televisor y recargó el control en su pecho huesudo, me metí de nuevo a  la regadera y volví a su lado, no hablamos mucho. Él respiraba y limpiaba su nariz de vez en cuando, yo lo observaba, su espesa barba y reducido bigote me atrapaban, sintió mi mirada.

-¿Me estás viendo? -preguntó a secas.

No le respondí, no tenía tiempo para tonterías, deseaba a ese hombre más que nada en este mundo, o eso sentía en ese momento. El fuego salía de mis uñas, mis dedos estrujaban su espalda mientras lo hacía sobre mí, levantando mis piernas, sacudiéndolas. Sin más la crisis llegó trayendo consigo más convulsiones.

Me levanté y dejó de importarme que viera mi espalda desnuda, llena de cicatrices. Di unos tragos al vodka directo de la botella. El baño estaba a unos pasos de la cama y a oscuras entré en él, bebí del grifo, me lavé la cara y las manos y volví junto a su delicado cuerpo.

Metía la barriga y yo le decía: "Eres un delgado. Eres lo más flaco que he tenido". Me sonreía. Siempre había una sonrisa para mí. Follamos en el baño, nos pusimos la ropa y nos fuimos oyendo gemidos y cómo desperdiciaban agua.

Bajamos las rechinantes escaleras y sin decir más salimos del lugar
.
Caminábamos arrastrando los pies, se detuvo y se despidió de mí con un beso en la mejilla.

Siempre hay alguien que te saca del pozo dándote la mano; y ya que te tiene bien sujeta y dependes sólo de su brazo fuerte para no caer de nuevo, te mira a los ojos, te besa, te mete la lengua en la boca y te suelta.

Suspiras de regreso al pozo de mierda en el que caga la vida.


por B. Medellín



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