28.9.12

México: millones de hombres a la basura


Después de un año de recorrer la “desharrapada patria”. De perseguir incluso en Las Vegas a ese balbuciente, alcoholizado, chabacano e idiotizado ser denominado mexicano, Ricardo Garibay vino a escribir el libro De lujo y hambre: crónica de la decepción, la desesperanza y la vergüenza originadas por una nacionalidad en harapos, por un sentimiento nacional reducido a escombros, por una conciencia individual que mira el rostro de su ser colectivo para encontrar un engendro deforme, obtuso, borrico, ignorante, zopenco.
Animal depredador que da vida sólo para convertir en mierda todo lo que toca, el mexicano de Garibay se pasea por Las Vegas conmocionando un paisaje que sin él es un cementerio de automóviles y bloques de cemento, y con él un ejército de endemoniados seres desperdigándose por todos lados, deseoso por participar del paraíso del dólar y del inglés, aun cuando acude a celebrar la Independencia de México, un 15 de septiembre.
Fauna pródiga en semen y generosa en la capacidad de ovular, la raza de bronce entrega un soldado en cada hijo de Dios al ejército de la pepena y al circuito de la marginación. A Tijuana, a Monterrey, a la Ciudad de México cada año emigran -y nacen en sus entrañas supurantes- miles: millones de seres humanos condenados a la indigencia, a la ignorancia. Garibay retrata en su libro a un “pueblo con hambre y sin dignidad, con geniales aptitudes para la fealdad y la desesperanza”, a una “sociedad de desperdicios, con sorprendente capacidad de sobrevivencia”. El México de Garibay es un país en donde “la vida ya se jodió, yo estudié hasta la secundaria y pa' qué”; he aquí un lugar en donde los jacales hacinados sobre montañas de desperdicios colocan la vida de sus habitantes tiñosos en la inframiseria. La “raza más chida” conforma un enjambre de obreros, de mendicantes y de gente en la ociosidad o, en el mejor de los casos, en la laboriosidad de actividades sin sentido: vendedores de clínex o de chamois, de pepsicolas o de aspirinas, de figuras de yeso o flores de papel, de tortas, tacos, gorditas, quesadillas o monederos y carteritas (como si la perrada tuviera dinero para guardar, jaja).
Y es que -Garibay nos muestra- los del dinero son otros, por ejemplo, los industriales de Monterrey, anhelantes del orden y el progreso que posibilitaría una dictadura: “¿Sabes qué hace falta aquí? ¡Un generalote! Hitler, Mussolini, o uno de esos sudamericanos que se pintan solos. Un generalote que haga cumplir las leyes y las tareas, que someta la anarquía. Cuando el generalote caiga el país saldrá remozado, politizado, apto, moderno”.
Sí, seremos modernos como los burgueses mexicanos que planifican durante meses su viaje de caza a África, y matan a un elefante, y mandan a preparar su marfil a París “porque en México nadie sabe de eso”, y dan cenas en honor al Objeto trabajado en Oro y Bronce, y toman chateau mientras cuentan la anécdota que a Garibay (y a ti) estremece: después de matar al elefante, la tribu local -una jauría de hombres esqueléticos y desnudos- se acerca al cazador para pedir la carne del animal, y cuando el burgués concede, la jauría se vuelca sobre el elefante postrado, y con las manos o con algunos cuchillos, corta la carne y la come cruda, bebe la sangre y he allí su gran festín pues no han comido nada parecido en años, quizá en toda su vida... Los ricos de Garibay son los seres que van de compras a Miami, que hablan de los purasangre de Kentucky, que refieren las bondades de esquiar en verano, que recomiendan viajar en jet y no en vuelos comerciales para no codearse con los prietos, zambos, barrigones y nacos mexicanos de a pie. Mucho hay de mierdero en los mexicanos de Garibay, pues a los ricos les vale madre la mendicidad de los pobres y a los pobres les vale madre la opulencia y la frivolidad de los ricos.
Así que ya sabes: si todavía tienes ganas de festejar “El Mes de la Patria”, nada mejor que leer De lujo y hambre, para que cantes mejor: “Que se sienta el power mexicano, que se sienta, todos juntos como hermanos”. 

por Jaime Magdaleno 

Ricardo Garibay. De lujo y hambre. México, Nueva Imagen, 1988. 211 páginas.

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