Se llama Darío y tiene un apellido que nunca he
podido pronunciar. Se propone llevar la filosofía a “la calle” para que ésta
“vuelva a recobrar su vocación originaria: la pregunta por el porqué
irrumpiendo en una plaza, en una calle, en un río pero, sobre todo, con el
otro”. Uno supone que la “vocación originaria” a la que se refiere es la
Occidental y, en concreto, a la práctica adjudicada a Sócrates, quien de
acuerdo con la tradición, en efecto, filosofaba en la plaza pública y frente al
otro, con el otro, a partir del otro. No obstante, Darío no filosofa con el
otro ni a partir del otro: avienta la “pregunta por el porqué” a unos y otros
que no son su réplica ni su contradicción ni su contraparte ni sus dialogantes;
antes bien, son su comparsa: escenografía acomodada para el mejor lucimiento
del “filósofo estrella” Darío: protagonista de unos videos que cuentan miles de
visitas en youtube y por los que se le ha considerado un divulgador de la
filosofía aunque, para otros, se ha convertido en un vulgarizador de la
filosofía. ¿Cuál es la diferencia? Me parece que radica en el hecho de que el
vulgarizador de la filosofía, en su afán por comunicar a un público amplio sus
investigaciones y/o meditaciones, corre el riesgo de tergiversar el discurso
filosófico. Por supuesto, esto no sería problema si acaso el público escucha
pudiese externar dudas, acotaciones, tal vez correcciones a la andanada
divulgadora/vulgarizadora de Darío; pues recordemos que el diálogo construye
toda vez que permite precisar, corregir, introducir matices; sin embargo, el
formato de los videos de Darío no da lugar a la réplica: lo único que la
producción le concede al público es la posibilidad de filmar sus expresiones
extasiadas, arrobadas, admiradas, (in)crédulas. Por lo anterior, el proyecto de
Darío de llevar “la filosofía a la calle”, aunque generoso y digno de
reconocimiento, naufraga, pues se convierte en un espectáculo más, en donde el
generador del discurso es figura colocada en el centro de un set, rutilante
bajo los reflectores, pero alejado del cuestionamiento y la crítica: origen y
razón de ser de la filosofía.
Desahogado lo anterior, quiero decir que una mirada
al video sobre Karl Marx y el Manifiesto
del Partido Comunista me provocó dudas sobre la lectura que hace Darío de
la frase “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, de la cual
Darío resalta la palabra “fantasma”, que entiende como “algo invisible” e
identifica ese “algo invisible” con “la clase proletaria como sujeto
revolucionario”, que “para el burgués, para el capitalista, no existe”, por lo
que su “característica espectral tiene que ver precisamente con su
invisibilidad”, por lo que “está bien llamarla fantasma como algo que no se
ve”. Adicionalmente, “fantasma” refiere, según Darío, la “inclasificación” de
la clase obrera, que “no encaja”, aunque de inmediato se corrige y dice que esa
clase sí “encaja para el capitalismo”, aunque sólo “en la medida en que haga lo
que tiene que hacer”. Por último, la palabra “fantasma” lo remite a una idea
que “es la que más me interesa porque me parece que atraviesa todo el texto de
Marx, es que el fantasma —seguramente a todos les parecerá lo mismo— aterra, da
miedo”, dado que las ideas de “abolición de la propiedad privada, la abolición
de las patrias, abolición de la religión”, provocan una sensación “de que quedo
totalmente vacío” por lo que “es para repensar por qué genera esa sensación o
cuánto tenemos nosotros en nuestras propiedades privadas o en nuestras
creencias para pensar que si eso desaparece, desaparecemos nosotros”. Sin ánimo
de parecer intolerante con las posibles lecturas de una de las frases más
llevadas y traídas del Manifiesto, me
interesa exponer mi sorpresa ante la interpretación de Darío, que vulgariza el
texto antes que lo divulga. Veamos: (si antes de continuar leyendo quiere usted cotejar lo transcrito aquí, puede mirar: https://www.youtube.com/watch?v=CDqMqtNfDJk&t=3s )
Me parece extraño que el “piola” Darío vea en el
“fantasma del comunismo” un “espectro inclasificable que da miedo”, cuando en
el Manifiesto ese fantasma no es un
espectro sino una “potencia”. Expliquemos: líneas más debajo de la frase citada
por Darío, escribe Marx: “El comunismo es reconocido ya como una potencia por
todas las potencias europeas” y, por lo mismo, “Todas las potencias de la vieja
Europa se han aliado en una sagrada cacería contra ese fantasma”. Es decir: el
“fantasma del comunismo”, a diferencia de lo que piensa Darío, no es “algo que
no se ve”, sino una potencia revolucionaria que moviliza a la clase proletaria
de toda Europa, por lo que las “potencias de la vieja Europa”, o sea: “el Papa,
el Zar, Metternich y Guizot, radicales franceses y policías alemanes” actúan
para “cazar” esa potencia. Por lo tanto, Darío lee mal y hace una impertinente
declaración cuando afirma: “está bien llamarla fantasma como algo que no se ve”,
pues el “fantasma del comunismo” es una “potencia” que se ve y, por lo mismo, se
persigue como animal de caza. Tal vez surja aquí la pregunta: ¿y si se ve, por
qué llamarlo “fantasma”? Me parece que Marx le llama así porque al comunismo,
en efecto, se le ve, pero no tiene cuerpo. Precisamente, el Manifiesto del Partido Comunista tiene
como finalidad dotar de cuerpo a ese fantasma, proporcionándole una lectura
materialista-histórica de la realidad y un programa de acción, que Marx y
Engels delinean de esta manera: “El objetivo inmediato de los comunistas es el
mismo que el de todos los demás partidos proletarios: construcción del
proletariado como clase, derrocamiento del dominio de la burguesía, conquista
del poder político por parte del proletariado”.
Por otro lado, dice Darío que el espectro, que es la
clase proletaria, es “inclasificable”, pues “no encaja”. Empero, de inmediato
se percata del yerro y corrige: la clase proletaria sí “encaja en el
capitalismo” —y por lo tanto, contrario a lo que dice Darío en un primer
momento, es “clasificable”— pero “sólo en la medida en que haga lo que tiene
que hacer”. En efecto: dado que la historia de la humanidad es la historia de
la lucha de clases, tanto el burgués, dueño de los medios de producción, como
el proletario, dueño de su fuerza de trabajo, cumplen con un papel determinado
dentro de la sociedad capitalista; empero, el proletario tiene además la
función histórica de convertirse en la vanguardia revolucionaria que haga
estallar el orden burgués mediante la revolución, por lo que su papel dentro
del capitalismo no es sólo proporcionar alienada fuerza de trabajo, sino que
debe agilizar el “motor de la historia”, convirtiéndose en agente revolucionario.
En palabras de Marx: “El proletariado, estrato inferior de la sociedad actual,
no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar por los aires toda
la superestructura de los estratos que conforman la sociedad actual […] Al
esbozar las fases más generales de la evolución del proletariado hemos seguido
el curso de la guerra civil más o menos velada que se desarrolla en el seno de
la sociedad existente hasta el punto en que estalla una revolución abierta y el
proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominio”.
Por último, Darío dice que la idea que más le
interesa “pues atraviesa todo el texto de Marx”, es que “el fantasma aterra, da
miedo”. Habría que preguntarle a Darío si acaso su posición está dentro del
orden y los intereses de la burguesía, dado que sólo “Las clases dominantes
pueden temblar ante la revolución comunista”. Es decir: a Marx le parece claro
que el “fantasma del comunismo” sólo aterra a las “potencias de la vieja Europa”
(recordemos: el Papa, la monarquía, los radicales, los reaccionarios), que
precisamente por ese terror se movilizan para cazar al fantasma del comunismo;
no obstante, la clase proletaria no ve o no debiera ver en el comunismo ningún
elemento amenazante o terrorífico, antes bien, la revolución en contra de la
burguesía tiene como finalidad devolverle la dignidad humana que el capitalismo
le ha arrebatado al alienarla, enajenarla, cosificarla, explotarla. De ahí que
al final del Manifiesto del Partido
Comunista, Marx llame a los proletarios a convertirse en fuerza
revolucionaria, pues frente a la revolución comunista “no tienen otra cosa que
perder en ella que sus cadenas” y sí “Tienen un mundo que ganar”, por lo que se
impone el grito: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”
En conclusión, una frase tan llevada y traída como
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo” es mal comentada por
Darío quien, en su afán divulgador, termina por vulgarizar el Manifiesto del Partido Comunista al
tergiversar las ideas de Marx. No obstante, el “filosofo estrella” que es
Darío, al final de su programa, se lleva las palmas del respetable, cumpliendo
así con un show que mediatiza la
filosofía, convirtiéndola en un espectáculo que apela a los miles de likes antes que a la conversación
crítica.
por Jaime Magdaleno
Una crítica en extremo superficial como para tomarla en serio.
ResponderEliminarMejor suerte para la próxima.