Soy su mujer. No la primera, ni la segunda, ni la
nalguita de moda. No. Soy su mujer, a secas. Aquella por la que era capaz de
cambiar de ruta o de troca para despistar. Pare evitar que lo siguieran. Aquella
de la que nadie sabe; la que venía a ver cuando necesitaba desconectarse de
todo y de todos. Esa mera soy. La que le daba lo que quería: unas cogidas
exprimidoras pero también oído. Silencio. Porque sus otras mujeres lo
atosigaban con gritos y pleitos o con puros caprichos. Que cómprame esto, que dame
lo otro. Pinches viejas ojetes y convenencieras. Yo no. Yo recibía lo que
quería darme: verga, cada que venía, y dinero, mucho dinero, ropa o joyas.
Ya lo mataron. Pasó lo que me venía contando desde
hace semanas, desde que rompió con el gobierno. Pinche gobierno, se hace
pendejo y bien que Pancho le sirvió a toda madre. Porque Pancho le sirvió al
gobierno como le sirvió a muchos, en Tepito y en donde fuera. Nomás fue
cuestión de que vieran en Pancho y en su hermano a un par de vergas muy grandes
para que todos se acercaran a proponer sus bisnes. Robo, secuestro, extorsión:
todo salía de Pancho, pero Pancho nada más planeaba y ejecutaba lo que le
ponían enfrente. Los del gobierno y los del barrio. Los de la ciudad entera que
vive del bisne. No se hagan pendejos: todos le entran igual a la robadera y a
la repartidera del dinero que viene del bisne: robo, piratería, clonación de
tarjetas, secuestro, extorsión a comerciantes, narcotráfico, prostitución.
Políticos, jefes y chakas: todos están metidos en esa mierda y todos reciben su
buena tajada.
Por eso ahora lo acompañan al panteón. Por eso ese
entierro como de político, como de artista, con escoltas que no son los jefes
pero son los gatilleros de los jefes o los chakas de los jefes. Por eso esas
flores y esas coronas y esos corridos que los cantantes adaptan para mentar su
nombre: Pancho. Sabías que te iban a matar, aunque a lo mejor nunca imaginaste
que te enterrarían como a Juanga: con honores, canciones y escoltas. Yo no
estoy contigo porque siempre me quisiste lejos, según para protegerme, pero
desde acá te lloro, Panchito, desde acá te digo que siempre fuiste la reata más
peluda y grande, aunque yo no te quiero por eso. Todos los que te acompañan al
panteón te quieren y te respetan por eso, pero yo no. Yo te quiero porque
conmigo olvidabas lo que eras, el chingón que eras, y te convertías en mi amor,
en mi nene que se dejaba querer y acariciar. Te quiero por no meterme en tus
negocios, por procurarme y darme mis buenos pesos pero sin meterme en el bisne.
Vivo segura porque tú quisiste que así fuera, y aunque por unos días no saldré
a la calle y en cuanto pueda me iré por unos meses a Sonora con mi abuela
Paula, sé que nadie me va a perseguir ni me va a querer matar porque nadie sabe
quien soy. Pero yo sí sé quien soy, no lo dudo ni por un momento: soy tu mujer.
No la primera ni la segunda ni la nalguita de moda. No. Soy tu mujer así nomás,
a secas.
por Ivonne Valdemar
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