Hace
tres días que no podía dormir. Justo
se levantaba a las dos con cuarenta y cinco, como si su reloj
biológico hubiese sido programado, y hacía lo mismo: abría los
ojos, miraba a su alrededor: no veía absolutamente nada, todo tan
normal y tan como siempre. Se
levantaba e iba a inspeccionar lo demás de su apartamento. Sentía
que alguien la miraba, quizá un fantasma, un muerto, quizá algo de
eso que llaman demonios, o un ángel, no estaba segura de qué, pero
sentía una mirada demasiado profunda mirándola. Abrió la puerta y
estaba allí su sala, tan normal y semioscura como todas las noches.
Sin prender la
luz se dirigió a la cocina, después al baño, la zotehuela. Nada.
Volvió a la cama, sintiendo en todo momento esa siniestra mirada que
perturbaba su descanso.
-¿Cómo
vas con la historia amor?
-Creo
que no he avanzado mucho, cielo. Sólo tengo esa leve sospecha de
que algo que no es fácil de creer va a pasarle, ¿qué? No lo sé
bien, pero algo que ponga a las personas a mirar a su alrededor y a
dudar.
-¿Por
qué estás
escribiendo eso, amor?
-No
sé muy bien, pero cuando me siento a escribir, no puedo ver otra
cosa que no sea esa escena: el departamento en oscuridad, un ente
que no he
descifrado si maligno o bueno rondando, espiándola.
Rolando
se metió al baño y dejó a sus esposa en la sala, con el borrador
de la historia que estaba creando. No
tenía muchos adelantos y notó que la protagonista simple y
sencillamente era nombrada con un “ella”. Carla, su esposa, pensó
que quizá aún no había un nombre para su “ella”, y que tal vez
esperaba encontrar uno
que le diera al personaje un halo de divinidad, un nombre que saliera
de lo común.
Rolando
sale del baño y la mira con inquietud, mira las hojas de papel que
tiene en la mano, las baja un momento y besa a Carla en la boca, toma
su cuello y desciende sus manos hasta sus senos, la mira con aire
falso de lujuria y la empuja hacia él, se separa un poco, mira a
Carla como si fuese algún ente divino, como si a quien tuviera en
frente fuera un ente que provenga de lo celestial. Toma las hojas y
las tira fingiendo una virilidad que de manera muy visible no tiene,
la besa con una
furia que encuentra ella muy fársica
y un tanto anormal en él. Van al cuarto, Carla le pide unos momentos
para ir al baño, para prepararse. Sale del baño y con intención
premeditada deja la luz prendida, se asoma por una de las
orillas de la puerta y lo mira mordiéndose uno de sus labios;
camina hacia él de una manera totalmente sugestiva, invitándolo a
ir por ella o bien aguardar a que todo eso abrumador en su peculiar
caminar llegara.
Rolando
despertó en la madrugada, volteó a ver su reloj y vio la hora: dos
con cuarenta y siete. Pensó en la obra que estaba escribiendo,
entonces movió sus pies, salió de la cama con mucho cuidado, no
quería despertar a Carla. Revisó el baño, la sala y el resto de la
casa. Nada. Le dieron ganas de sentarse a escribir, en su cuerpo no
había una pizca de cansancio, nada que lo devolviera a la cama.
De
nuevo se despertó, miró su reloj: las dos cuarenta y cinco. Observó
las cosas a su alrededor, puso atención en las sombras, había
algunos objetos que creaban figuras tenebrosas, la ropa en el clóset
tenía algunos rostros que si mirabas de cerca eran monstruosos.
Rostros con
facciones fuera de lo humano, con sonrisas burlonas y cuernos bien
enmarcados. Prendió las luces del cuarto, sentía una vibra que no
le gustaba nada y el silencio se tornaba cada vez más aterrador, la
luz prendida no aliviaba.
Se
dirigió a la sala y prendió la luz, había un sonido que se metía
en su psique, un sonido de aparatos domésticos funcionando; era
parecido al día, un día normal agitado de una ama de casa, con
todas las cosas funcionando para crear el orden que debe permanecer
en un hogar: el
refrigerador, el lavabo y la lavadora, todo funcionando de manera
normal en una situación aterradoramente anormal.
Rolando
se detuvo un momento, pensó que llevaba mucho tiempo escribiendo,
dio la vuelta y el reloj decía que eran las tres de la mañana.
Prendió un
cigarro, alargó
la mano para alcanzar un cenicero. Dio
algunas fumadas sin soltar el humo. A
la cuarta fumada, sacó toda la aglutinación de humo en su garganta.
Leyó dos veces más lo que acababa de escribir, y en su mente pasó
la idea de darle algo más creíble que un simple sonar de
utensilios domésticos. Regresó al teclado.
El
ruido cesó. Durante
unos instantes su mirada no dejaba un cuadro: era la representación
de un sueño de Allen Ginsberg, en donde una persona con una cabra
entre las manos miraba al o los espectadores de una manera triste,
tal si estuviera suplicando por un poco de atención para el animal
herido. Sintió que debía acercarse, que algo tenía que decirle ese
sujeto triste de mirada perdida. Se acercó al cuadro, puso uno de
sus oídos en el relieve de la pintura, y de lejos escuchó un
suspiro, acompañado de una voz que hablaba de manera difusa algo
incomprensible. <<estoy soñando, estoy soñando, estoy
soñando, esto es un mal sueño, estoy soñando>> se dijo Ann
Marie –escribió Rolando un nombre sin darse cuenta–.
Desapartándose
de la pintura con cautela, <<tsssssssssssssss>> se
escuchó. Ann Marie volteó para todos lados, quería saber con
exactitud de dónde venía ese sonido de fuga, y en una de las
esquinas de su sala, vio a alguien agachado; temblando, se desmayó.
Rolando
se detuvo, escuchó unos pasos yendo hacia él, se dio media vuelta
sin dejar la silla y gritó. Carla estaba detrás de él.
-No
sé, sólo me desperté y me dieron ganas de continuar, no tengo
sueño, y pues, en realidad, este es mi trabajo, tengo que hacerlo,
y a veces durante el día no me dan ganas de hacerlo... ¿Quién
sabe porqué?
-Ven
a la cama, se siente mucho frío sin ti.
Carla,
con un vaso de leche, se fue a la cocina. Dejó
el vaso y fue a sentarse en un sillón, a un lado de Rolando que
lucía raro,
viendo a la computadora sin pestañear, imaginando ella que sólo en
su mente se creaban las distintas suertes de su protagonista dentro
de la historia. Lo abrazó y le dijo que fuera a dormir, que al otro
día tendría mucha luz y mucho día para continuar.
Se
fueron a dormir, el reloj marcaba las tres cuarenta y cinco.
por Foma Sterr
No hay comentarios:
Publicar un comentario