14.1.16

Extinción del Híper Yo moderno II

Un sabotaje egocéntrico.

Un acto autoterrorista reflexivo.

El suicidio del ego narcisista asistido por nadie más que por el yo.

Eso proponemos como mecanismo para extinguir toda “presunción intelectual personal”.

Desde luego, conocemos un mito que podría ser fundacional. Es éste:

Un día un sujeto, que morirá arrollado por una camioneta de tintorería, propone matar al Autor; esa “personalidad” que terminó convertida en enquiste discursivo de la Modernidad debido a su regodeo en el culto al yo.

El asesinato del Autor, como la muerte del sujeto que ideó su crimen, está basado en flujos: de discursos, en el caso del Autor; de velocidad, en el caso del atropellado.
 
El discurso que fluye lleva palabras que no pertenecen al Autor: forman parte de un diccionario confeccionado por una experiencia permanente, desde la cual el Autor habla pero no como generador sino como continuador, como repetidor, como engarce de palabras, de flujos discursivos que no nacen con él ni mueren con él (aquí el yo-crítico que ha terminado por matar al ego narcisista suelta la primera carcajada ante la pretensión pedantesca de todo aquel Autor que se asume como “creador” y reparte autógrafos en sus libros, jaja).

La rapidez con la que intenta esquivar el golpe no le es suficiente al atropellado para evadir la velocidad de la camioneta que se impacta con él, dejándolo en el suelo, inmerso en la revisión vertiginosa de su vida y en los hechos y en los dichos de la misma, entre los cuales se encuentra la tesis de la “muerte del Autor” (y aquí surge una segunda carcajada ante la cruel ironía del destino que asesina al implacable asesino del Autor, jaja).

El que a hierro mata, a hierro muere.

O, lo que es lo mismo, la muerte pide más muerte; así que los que comprendemos esto entendemos que al proponer la extinción del híper yo (es decir: del ego narcisista),  debemos proponer, también, EL MAGNICIDIO DE LA MODERNIDAD.

Porque matar al híper yo implica matar a la Modernidad que le dio origen.

Matar la Modernidad implica matar al híper yo, extasiado en su narcisismo.

¿Cuál es el movil?

¿La intencionalidad?

¿La explicación?

¿La justificación?

Una lucha encarnizada contra todo lo susceptible de ser convertido en mercancía.

II

Porque, aceptémoslo: hoy en día todo Autor que se asume como Autor se aliena y se convierte en mercancía.

Todo discurso salido de un Autor debe posicionarse como MERCANCÍA para encontrar un nicho en el MERCADO editorial.

La muerte del autor nos sirve para afirmar que la escritura es, efectivamente, un lugar NEUTRO no creado ni originado por un autor que pueda vender la obra como propia y pueda venderse a sí mismo como “genio creador”; antes bien, la escritura retoma, re-produce y mantiene en circulación una práctica colectiva, permanente.

Y lo colectivo y lo permanente, ¿quién lo puede vender?

III

Entendamos que, en última instancia, las palabras, los discursos no nos pertenecen.

El flujo discursivo es permanente, así que lo único que hacemos es tomar uno de sus cauces.

Nos ubicamos en alguno de sus mapas y desde ahí andamos.

Por ejemplo: esta andanada toma como pretexto una discusión nueva y antigua, permanente, sobre la originalidad y la reproducción; sobre la creación y la replicación. Por lo tanto este texto no crea: reproduce. No se origina en un autor (llámese San Agustín, Roland Barthes o Michel Foucault) sino propone una replicación o recontextualización de discusiones permanentes. De saberes colectivos.

Y ya lo dijimos: lo permanente y lo colectivo no son producto de UN AUTOR-GENIO, por lo que éste NO PUEDE VENDER N A D A NI JACTARSE DE HABER CREADO ALGO.

Matar al autor (al híper yo), en consecuencia y desde nuestra propuesta, equivale a conjurar la alienación del sujeto y la mercantilización de la escritura.   
   
por: una neutralidad errante




No hay comentarios:

Publicar un comentario