No
tengo por qué ruborizarme ni dar explicaciones profundas sobre la razón por la
cual San Agustín me enternece con las súplicas que realiza al Señor para que lo
guíe en la búsqueda de la Verdad. No obstante digo que me ruboriza la plegaria
de San Agustín pues me hace ver la soberbia del Yo moderno que presume un
conocimiento individual, subjetivo, basado en una labor intelectual personal
antes que en un flujo permanente de sabiduría. No obstante, justifico ante mí y
ante los que leyeren mi inclinación por la postración intelectual de Agustín
cuando recuerdo que un santón de la posmodernidad, de nombre Michel Foucault,
ha finiquitado la presunción intelectual del Yo individual afirmando la
existencia de un flujo de discurso que se introduce en el Yo y a partir del
cual éste habla. Lo que quiero decir con esto es que si en San Agustín la
palabra de Dios invadía a la criatura para guiarla en la búsqueda de la Verdad,
en Foucault el Yo refiere un discurso que no es originado o creado por él, sino re-producido
por el Yo al montarse sobre un flujo enunciativo permanente, no subjetivo sino
intersubjetivo, que lo inflama y lo desborda. Así, sobre la plegaria de San
Agustín:
“Persevera, espíritu
mío,
y presta denodada
atención:
Dios es nuestra ayuda
Es Él quien nos ha
hecho, y no nosotros
Presta atención al
lugar desde donde clarea la verdad”.
Se
puede escuchar el ritmo de este fraseo de Foucault:
de
ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde
hacía
mucho tiempo: me habría bastado entonces con encadenar,
proseguir
la frase, introducirme sin ser advertido en sus intersticios,
un
momento, interrumpida. No habría habido por tanto inicio;
y
en lugar de ser aquel de quien procede el discurso, yo sería más bien
una
pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su desaparición
posible".
Se
pensará que el concepto azar da al traste con el paralelismo entre Agustín y
Foucault y yo diré que sí, que efectivamente da al traste pero yo no intento
hacer ningún paralelismo ni sugerir que en el calvo Foucault nutre su idea del
docto Agustín. Lo que estoy haciendo es resaltar la HUMILLACIÓN DEL YO que
realizan ambos autores: uno desde la omnipotencia de la divinidad y otro desde
la intersubjevitidad discursiva, por lo que:
por: el guía de los perplejos
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